"Epifanía."
Su cuerpo comenzó a temblar de manera desesperada. No entendía el motivo por el cual había hecho tal atrocidad. Tampoco entendía porque se sentía tan bien, como nunca en años.
Su puño no dolía como se suponía que debería doler por la fuerza que aplicó al momento del impacto con el delicado rostro de su esposa.
Su esposa.
‹‹ El vestido era indescriptiblemente hermoso, todas las damas presentes lo decían. Aunque para la madre del novio y la madre de la novia no era el vestido, ellas estaban convencidas de que la hermosa modelo que portaba el vestido tan elegante y sensual a la vez, la novia, era quien hacía de la pieza tan única e inigualable.
Sus bellas curvas estaban protegidas por un fondo de seda cubierto por encaje en su totalidad, lo único del delicado torso que dejaba a la vista de los invitados era la espalda tercia de la novia, en donde, como forma de decoración, flores de encaje cubrían una parte de la piel desnuda. En la parte baja, una hermosa cola de encaje desprendía del fino diseño, haciendo que la presentación sea más delicada y frágil de lo que realmente era.
Pero ninguna descripción tenía él para darle. No podía hacerlo porque no tenía palabras para describir lo que sentía o lo que veía. Nada se comparaba con la explosión de emociones que sintió al verla caminar hasta el final de ese pasillo custodiado, en ambos lados, por amigos cercanos y familiares queridos.
Tuvo que reprimir las lágrimas de emoción al comprender que por fin, ese día, se casaría con la mujer que conoció tres meses atrás. La mujer que le había robado el corazón con solo una mirada. La mujer que iluminaba su vida. La única mujer que, después de quince años, lo hizo desear algo más que sólo pasión carnal; ella lo había convencido, sin siquiera intentarlo, de la necesidad de proteger a alguien más que no fuera él mismo.
Ella estaba tan nerviosa que sentía un fuerte escozor en todo el cuerpo. Jamás había sentido ese tipo de cariño viniendo de alguien, o hacia alguien que no fuera su madre. Jamás, nadie, se había preocupado por ella. Nadie, nunca, había correspondido su amor de una manera tan recíproca, se atrevía a decir que incluso era más la fiereza del amor que ese hombre le tenía, que le aterraba el hecho de que esa llama tan ardiente se acabara con el paso del tiempo.
Pero ella no sabía que incluso ese hombre con un semblante tan libido, con un corazón aparentemente impenetrable y esa mirada tan fulminante, sentía exactamente lo mismo: el temía perder a el amor de su vida.
Había llegado al final del pasillo, donde él la esperaba. Tomó su mano y tuvo la sensación de querer huir, escapar de él, porque sabía que así como él había logrado reconstruir su corazón, ablandarlo y hacerlo creer nuevamente en el cariño, también podría romperlo, destruirlo nuevamente y dejarlo inservible. Sabía que solo él podía sanarla y asesinarla. Solo él podía lastimarla y volver a ella para quererla una vez más. Porque, incluso eso haría ella por él, sería capaz de tragarse su orgullo, sería capaz de dejarse humillar por él y perdonarlo, aceptarlo, porque lo amaba
Era el momento del beso nupcial, era momento de sellar su amor con un beso que arrancara el alma de ambos y se fuera intercambiada al otro. Justo en ese momento, él juró, no solo a la hora de los votos, frente a todos los presentes, sino también en su mente y corazón. El protegería con su vida y si tenía que morir por salvarla lo haría, porque ella era la luz en la oscuridad que opacó su vida hace años, ella había logrado aplacar todo el dolor que su corazón sentía, con sólo una sonrisa y si ella no estaba, no tenía nada.
Ya eran uno solo. Ahora nadie podría separarlos, ni siquiera ellos mismos. Porque sin importar cuanto lo intenten, su corazón siempre los volvería a unir. Ese era el destino de ambos y siempre lo sería. ››
La lucidez hizo acto de presencia en su ser y se percató de lo grave del asunto. Ya no solo se trataba de los sentimientos de su esposa o de su deseo de venganza. De hecho, él jamás había tocado a una mujer para hacerle daño, aceptaba que era un poco brusco con los tratos hacía ellas, pero nunca las había golpeado.
Se sentía abatido, un poco hombre, un canalla maldito que no merecía la consideración de esa mujer, él había lastimado físicamente a la mujer que amaba y eso ni él mismo iba a perdonárselo alguna vez.
Se acercó de inmediato al cuerpo de la temblorosa chica que aún estaba ahogándose en llanto, y la abrazó con toda la ímpetu posible.
Se había dejado llevar por la ira irracional que sentía. Se había dejado llevar por las palabras que ella le había dedicado con tanto desdén, que no pensó antes de actuar.
Comenzó a sentir la culpa que ahora incluso era palpable en su rostro. Comenzó a susurrar palabras para tranquilizar a su esposa, pero nada lo haría.
Era irónico que, meses atrás, había jurado protegerla frente a muchas personas, en su mente y en su corazón, ante Dios. Y ahora era él quien la había lastimado más que cualquier otra persona.
No parecía un sueño, no era nada comparado con lo que había tenido antes, era diferente, casi parecía una epifanía. Era tan real que sintió, incluso, en uno de sus momentos de desvarío, como su alma regresó a su cuerpo permitiéndole despertar de la pesadilla tan inquietante en la que se había sumido minutos después de hacerle el amor a su mujer.
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Espero lo hayan disfrutado. Las quiere.
-Mel.
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Despiadado ©
RomanceSu mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favorito era ver mis lágrimas correr. ¡ADVERTENCIA! Esta obra tiene lenguaje vulgar (palabras altisonantes), maltrato físico y contenido sex...