Capítulo 30.

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"Hacer el amor."

Contenido adulto.

Megan.

Dejó el teléfono en la base correspondiente y observó a la rubia de seguridad.

─Déjanos solos, Catalina.

Ella asintió y de inmediato salió de la sala. Fruncí el ceño un tanto desconcertada y molesta por su actitud tan similar a la de mi esposo. Era como un completo clon.

─Ahora pequeña princesa─ me escrutó con un gesto que no pude identificar─. Me puedes decir por qué papi Zac me ha pedido que venga desde tan lejos para que cuide a su amada esposa.

¿De qué hablaba?

Se sentó a lado de mí en el sofá y dejó caer su cuerpo hacia un lado descansando su cabeza en mi muslo izquierdo.

─Nunca me pide favores, pero después de lo que me contó supuse que no era buena idea dejarte sola.

Tomó mi mano y la puso en su cabello. Tenía tantas similitudes con Zac que me aterraba. Mi esposo amaba que acariciara su cabello y era lo que Robert quería.

─No pareces su esposa─ se burló─. Te trata como a su hija.

Bufé y estiré su cabello causando solo que soltara una carcajada. Estaba claro que le resultaba un acto inmaduro, pero ¿quién se creía para hablarme de esa manera?, Zac sólo quiere protegerme, eso no significa que me trate como a una hija.

─No te enojes hermosa─ tomó mi mano y dejó un beso en ella─. Solo bromeo. Y debería sentirte afortunada porque mi lista de esas personas sólo consta de dos, y tú eres una de ellas. Una nueva persona favorita.

Sonreí. Era igual de tierno que Zac. Igual de hermoso. Igual de bromista, y bueno, básicamente resumiéndolo, él y Zac son uno sólo. No sabía si mi esposo se empreñaba en ser como él porque era un ejemplo en su vida o si sólo era algo que se lada al natura. ¿La arrogancia de estos dos será igual?

─Bueno, es que te comieron la lengua los gatos o ¿Por qué no hablas?

Y en ese momento sólo algo vino a mi mente.

─Tengo hambre.

Él sonrió y asintió mientras se ponía de pie para tomar mi mano y llevarme hasta el comedor.

La comida que Regina preparaba era deliciosa siempre. Pero esta vez sólo me limité a probar un bocado y sonreír a todo lo que Robert decía.

─Te noto más...─ me observó detenidamente─. Radiante que nunca, ¿te hiciste algo?

Suspiré. En realidad Zac me hizo algo. Ese pensamiento me hizo sonreír.

─Oh, esa sonrisa confirma algo bueno.

Negué. Quizá no debía contárselo a nadie aún.

─Nada en especial, sólo estoy feliz.

Había mucha duda en sus ojos y expresiones. Al final simplemente dejó los cubiertos de lado y sonrió.

─Toda mujer es más hermosa cuando está feliz.

No sabía de qué modo reaccionar así que sólo atiné a sonreír. ¿Acaso siempre sabía que decir?

─Gracias─ musité.

─Por nada─ respondió con esa característica mirada intensa.

Asentí.

─ ¿A dónde es que fue Zac?

Dio un sorbo a su jugo y se encogió de hombros. Dejó su servilleta en la mesa y recargó su espalda en el mullido respaldo en tonos cafés de la silla.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora