Capítulo 49.

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 "La muerte de Elizabeth Howard."

Las lágrimas de Meg habían cesado, su cuerpo se sacudía de repente por algunos sollozos pero casi de inmediato trataba de contenerse.

Había llorado demasiado. Sus ojos estaban rojos e hinchados, debajo de ellos, las ojeras, parecían estar más presentes que nunca.

─Zac─ susurró tocando su vientre─ ¿Dónde está Cata?

Maldición la rubia.

─No está bien, la mandé a casa unos días.

─ ¿Qué le pasa?─ formuló en un susurro.

─Ella... vio algo que no le sentó muy bien─ susurré amargo.

Asintió con lentitud. Jugó unos segundos con la sabana y después con lágrimas en los ojos me observó suplicante.

─Ella vio a mami muerta, ¿cierto?

Y después de eso casi le da un infarto, Megan tenía la enorme capacidad de hacer que las personas duras se volvieran sensibles, Catalina, Alistair, Perrie y Monroe eran la prueba de ello. Probablemente La rubia y Monroe estaban un poco afligidos por la muerte de Elizabeth, después de todo ellos eran cómplices de los escapes semanales de Megan a casa de su madre, pero si bien sentían dolor no era completamente por la pérdida de la Howard, sino por la reacción de Megan.

─Si, pequeña.

─ ¿Cuándo será su funeral?─ musitó apenas.

─Yo...─ no tenía idea de que decir─, no es fácil cariño, ella estuvo con Christopher Berry, fue su esposa y es extraño que una mujer sana como ella esté muerta por causas naturales.

─Están haciéndole una autopsia─ acertó.

─Una bastante detallada─ completé mientras asentía─, queremos descartar cualquier tipo de indicio que marque un suicidio.

─Ni siquiera tú sabes cómo murió, ¿cierto?

‹‹ La camioneta aparcó fuera de una de las tantas mansiones que Berry tenía en el pasado, una de las dos que ya eran propiedad de los Sherwood, mi propiedad.

Monroe apagó el motor del auto y me asintió observándome por el retrovisor.

Uno de los asistentes de seguridad abrió la puerta para que pudiera bajar.

─Solo estaremos una hora, Monroe─ hablé antes de salir del auto.

─Sí, señor Sherwood─ respondió con una sonrisa.

Antes de hoy, no me había sentido tan nerviosos de saber que veía a mi suegra, aunque antes de hoy tampoco tenía muchas razones para visitarla sin necesidad de que Megan estuviera como mediador.

Caminamos hasta la entrada, la rutina era la misma de siempre: los agentes de seguridad caminaban a las esquinas y se mantenían al margen esperando cualquier anomalía en el comportamiento de cualquiera que se acercara.

Catalina oprimió el botón del timbre, he hizo lo mismo por aproximadamente diez minutos.

─No está─ susurró observándome apenada.

Asentí.

─ ¿En serio?─ ironicé.

─Señor, de verdad que hablé con ella, me pidió que le informara que...

─Oye cálmate, antes de venir también recibí un mensaje.

Pero por qué demonios Elizabeth habría enviado un mensaje y ahora no nos recibía.

Suspiré. Metí la mano en la bolsa de mi saco y tomé una de las copias que tenía de la mansión.

Estando plenamente consciente de que era mi propiedad, más no completamente mi jurisdicción, decidí entrar.

Papeles regados, un poco más al fondo a la derecha, podía ver la cocina hecha un asco, platos, vasos y agua regados en el piso.

─ ¿Pero qué pasó aquí?─ musitó la rubia.

El gran librero estaba vacío, cada uno de los libros estaba en el suelo, algunos sin páginas otros mojados y algunos incluso quemados.

─Parece que alguien entró a dejar un mensaje para Howard─ respondí desconcertado.

Caminé hasta el librero, tomé el único libro que había en él y lo hojee, tinta de algún bolígrafo derramado sin cuidado era lo que ahora adornaba las páginas.

─Pero ¿por qué harían algo así?─ formuló incrédula

Los pasos de los agentes de seguridad se escuchaban en las escaleras, mientras catalina seguía revisando la parte baja junto a otros hombres.

Maldición, tengo un muy mal presentimiento.

─Señor─ se acercó Marcel tomando el micrófono que tenía en la manga del saco─, encontraron un cuerpo.

Mis pensamientos me absorbieron a tal grado de que el recorrido hacia la habitación de la planta alta se basó en nada, cuando menos lo esperé ya estaba frente a la habitación.

Y ahí, a un lado en la cama, el cuerpo inerte de Elizabeth Howard yacía. A simple vista parecía que dormía, pero joder, el color de sus labios y su piel dejaba bien claro que ella había muerto. ››

Y no, lo único que sabía era que su cuerpo lo tenían los amigos de Alistair para hacerle una autopsia en la que los resultados fueran completamente seguros y sin alguna alteración.

─No amor, no lo sé─ susurré acariciando su mejilla.

─ ¿Quién fue capaz de hacerle algo así a mami?─ sollozó.

─Tengo mis sospechas─ aclaré mi garganta.

─ ¿Quién?─ se apresuró a formular.

─Prefiero no inculpar a nadie hasta que sepa realmente quien es el responsable.

Ella asintió limpiando con cautela las lágrimas que descendían por sus mejillas.

─Oye─ tomé su rostro y la obligué a verme directo a los ojos─, no me interesa quien haya sido.

Limpié sus lágrimas. Odiaba verla así.

─Te juro que el responsable pagará caro lo que le hizo a tu madre.

─No fue un suicidio, Zac─ sus ojos se llenaron de lágrimas─, ella quería conocer a su nieto, jamás acabaría con su vida de esa manera, aun si no hubiera un bebé que conocer.

Abrazó mi cuerpo en busca de un consuelo, pero no podía dárselo.

─Ella adoraba la vida, sin importar cuantas veces las situaciones que se le presentaron era un motivo para acabar con su existencia, ella nunca optó por eso... por qué lo haría ahora que estábamos todos bien.

Suspiré y besé su coronilla.

─Eso lo sabremos pronto, amor─ hice una pausa y carraspee.

Esto estaba afectándome más de lo que quería admitir.

─La muerte de tu madre no será en vano, el responsable pagará lo que hizo... tendrá un castigo mucho peor que la muerte.

─No hay nada peor que la muerte, Zac.

Vaya, mi chica sí que era inocente.

Por supuesto que había un castigo peor que la muerte... el infierno Sherwood hacía a cualquiera desear la muerte, de eso estaba cien por ciento seguro.

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Espero que lo hayan disfrutado.

No olviden votar y comentar. Las quiere su deliciosa bruja.

-Mel.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora