"Insistencia."
Megan.
─Mamá, todo está bien.
Sus llamadas constantes me agradaban, siempre me alegraba el día hablar con mi madre, aunque últimamente sólo lo hace con un fin específico, ya no sé trata simplemente de saber cómo me encuentro o que postre nuevo prepare, ni siquiera para darme algún tipo de receta nueva; su objetivo ahora, era averiguar lo que había pasado en la cabaña.
─Ya sé, pero también sabes que siempre que estoy mal tú eres la primera en enterarse.
Esa era la tercer mentira que le decía en un minuto. Al paso que voy me convertiré en una buena mentirosa.
─Madre...─ suspiré al mismo tiempo que traté de tranquilizar mis nervios─. Te llamo después.
Sin esperar una respuesta terminé la llamada.
Tomé el libro que estaba leyendo hace un rato y comencé a pasar las hojas una a una. Ya lo había terminado, una y otra y otra vez. Necesitaba libros nuevos, nuevas distracciones.
Bajé hasta la sala y tomé mi bolsa de la mesa que se encontraba en la entrada. Salí abrazándome a mí misma, últimamente cualquier tipo de temperatura baja me congelaba.
─Buenos días, Monroe.
Sonreí radiante. No importaba cuan estresada estaba, verlo siempre me devolvía el ánimo. Sus ojos saltones eran como un buen chiste que se contaba solo.
─Buen día, señora.
─Puedes llevarme a la librería más cercana.
─ ¿Vendrá el señor?
Mi ceño se frunció demasiado. Mi vista se fue por si sola hasta ese lugar en específico, era un lugar exclusivo y único; el lugar en donde estaban los autos de mi esposo.
─Él está en casa─ susurré atónita.
─Es mejor que entre, señora.
─Sí...
No lo esperé, automáticamente ya estaba subiendo las escaleras que daban a la entrada. No era buena idea hacer que la bestia dentro de Zac despertara, siempre podía ser más pesado y malo de lo que ya era.
Lo que realmente me resultaba más extraño que la presencia de Zachary en casa, era el hecho de que Catalina desapareciera durante una semana. Siempre estaba pegada a mí como si... bueno, realmente era su trabajo, pero se lo tomaba muy literal, demasiado, pues apenas salía de la habitación, ella ya estaba detrás de mí.
─Traeré los documentos para la semana próxima, haré un viaje hasta Roma y después iré a Rusia, quizá allá pueda encontrar un testigo.
─Bien─ respondió mi esposo saliendo detrás del hombre castaño.
Me observó y después el hombre giró hasta verme y sonreír levemente.
─Buen día, señora.
─Buen día─ musité.
─Nos vemos luego, Elías─ sentenció mi esposo de manera muy seria.
El hombre asintió y salió de la mansión.
─Megan─ masculló
Genial, ¿ahora que hice?
─Ven acá, rápido.
Hice caso a su orden de manera inmediata y entré a su despacho con él detrás.
─Siéntate.
Mis manos están sudando y con un leve temblor. Mi cuerpo siente escalofríos y leves sacudidas por los nervios. Sé lo que quiere y no me gusta nada.
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Despiadado ©
RomanceSu mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favorito era ver mis lágrimas correr. ¡ADVERTENCIA! Esta obra tiene lenguaje vulgar (palabras altisonantes), maltrato físico y contenido sex...