Capítulo 37.

31.6K 2K 178
                                    

"Sospechas."

Contactos. Todo mundo los tiene supuestamente para ayudar, pero incluso cuando todo se ponía feo, ni todo el dinero del mundo podía hacer que su ayuda resultara efectiva.

─No, descuida sé que tienes tus asuntos, Ernesto.

Robert había resultado bastante bien comunicado, casi tan bien como Zachary, debido a eso me veía obligada a ver lo que pasaba sin molestarlo ni ponerle las cosas difíciles. Sin embargo, lo que el contacto de Robert prometía por llamada no podía escucharlo.

─Por su puesto─ me observó mientras con su mano hacía una seña para que me levantara─. Sí, eso estoy haciendo.

Una vez que me puse de pie, apuntó la cafetera. De inmediato hice lo que quería y le entregué la bebida caliente, y así sin importarle su temperatura le dio un sorbo, uno que pareció no afectarle.

─ Tendré listo el jet para que puedas venir esta misma noche.

Me sonrió de manera triunfante. Había pasado casi una semana en la que ese tal Ernesto llamaba día y noche a Robert, cada llamada incluía información acerca de lo que le había pasado a Zac.

─Viajará hoy por la noche─ me informó mientras dejaba su celular en la mesa que estaba a un lado del sillón─. Mañana a primera hora él ya estará aquí para atender a Zac.

─Eso me tiene un poco más conforme.

Asintió.

─Debes ser paciente, Megan.

─ ¿Paciente?

Creo que más incrédula no pude sonar. Cómo se atrevía a pedirme ser paciente.

─Han pasado casi dos semanas en las que no nos dan novedades de mi esposo.

Su mirada intensa me escrutó.

─Casi dos semanas en las que el único médico que nos ha dado algo a lo que aferrarnos está a miles de kilómetros de aquí. Y sólo nos ha dado información cinco días de dos semanas.

─Cálmate.

─ ¡No me pidas que me calme!

─No me grites─ espetó─. No eres la única que se siente impotente ante este caso, Berry.

─No pareces tan preocupado, Robert.

Su mirada fue severa, completamente amenazante.

─Claro que estoy preocupado, estoy aterrado porque la vida de mi pequeño hermano corre peligro.

Sonrió con maldad.

─Pero ponerme a lloriquear como una niñita no ayuda de nada.

─Eres increíble─ espeté, molesta─. Y bastante insoportable.

─Exactamente igual que tú.

─Escupí en tu café, Robert.

─Que madura─ respondió con burla.

─No me molestes más, o la próxima le pondré veneno, primo querido.

─No me sorprendería que eso pasara, forma parte de tu descendencia apartar a quienes te estorban.

Me alejé de ahí molesta, me molestaba mucho no poder decirle nada más sin sentirme una sínica basura.

Caminé a la habitación de Zac. Aún faltaban muchas horas para que el tal Ernesto llegara y ya estaba desesperándome.

─Señora Sherwood.

Me detuve con toda la paciencia del mundo y giré. Un hombre alto, fornido y de enormes ojos azules estaba parado ahí con una tabla médica en su mano y una bata blanca adornando su enorme cuerpo.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora