Capítulo 3: La Apuesta

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Mirando el panorama general de la situación, era notable que estos aldeanos estaban siendo estafados por los mercaderes sin escrúpulos, pero por alguna razón ninguno se atrevía a replicar nada.

Ryou echó otro vistazo al viejo cartel de madera.

"Poción Refrescante" murmuró para sí mismo.

Así se llamaba el artículo más caro que figuraba allí, y era la única poción que mostraba el cartel de comercio.

Era una poción simple, pero una sola de estas pagaba muchísimo más que un saco lleno de hierbas o de rocas talladas, seguramente porque nadie sabía cómo hacerla en las pequeñas aldeas del desierto y era de suma importancia para los mercaderes que buscaban aliviar el calor intenso en sus largas caminatas por este árido terreno.

Una idea brotó por su mente.

Se movió velozmente hacia la multitud buscando a su hermana, y la detuvo justo antes de que le mostrara su bolsa a un viejo mercader de mirada aguda y barba blanca.

Con solo un ligero vistazo, Ryou supo que este mercader era distinto al resto; ya que no lucia como un mercader normal, sino más bien como un experimentado veterano de guerra.

"Hermana permíteme revisar la bolsa de hierbas que traes" dijo Ryou, y comenzó a revolver la bolsa que su hermana traía, ante la sorprendida mirada de todos los presentes.

Había más de 50 hierbas en la bolsa, algunas eran hierbas espirituales útiles pero de calidad baja y otras prácticamente no tenían ningún uso.

Ryou tomó unas 10 hierbas de la bolsa, de las cuales unas 4 no eran más que simples hierbas comunes sin ningún uso aparente, llamadas Hojas de Hoe, y le preguntó al viejo mercader:

"¿Cuánto tiempo más permanecerán aquí?"

El viejo de mirada aguda hizo un gesto de desdén con su mano, como menospreciando los artículos de trueque que le traían los aldeanos.

"No mucho...a este paso nos iremos en unas pocas horas"

"Es tiempo suficiente ¡Volveré con algo bueno para entonces!" exclamó, y luego se marchó rápidamente ante la confundida mirada de su hermana, y del mercader.

Ryou recordaba haber visto un viejo mortero de madera en la choza donde su familia vivía, pero no tenía demasiado tiempo y los elementos de fabricación eran escasos.

Aun así, intentaría hacer algo conveniente, usando un método especial para acelerar el proceso, el cual había adquirido en sus cientos de miles de años como una entidad divina.

A pesar de que todavía estaba lejos de poder recuperar todos sus recuerdos de cuando era una entidad divina, no tendría problemas en crear algo que sorprenda a unos simples mercaderes del desierto.

Dos Horas después...

"Te dije que no deberíamos habernos molestado en pasar por esta pequeña aldea, son tan insignificantes que ni siquiera tienen una sola hierba espiritual de calidad media" comentó casualmente el mercader robusto de tez oscura, señalando al viejo mercader de mirada aguda en un tono recriminatorio.

"No es nuestra responsabilidad elegir las rutas de comercio. Además; aunque no conseguimos materiales de buena calidad, los pequeños negocios que hicimos fueron muy rentables para nosotros" replicó el anciano, sentado en una enorme lona, mientras separaba hábilmente en dos lotes, las hierbas espirituales de las hierbas comunes.

Aún quedaban algunos aldeanos en las cercanías de la caravana, que habían llegado algo tarde para cambiar sus hierbas y puntas de flecha.

Un joven vestido con harapos se acercó lentamente y con una sonrisa radiante exclamó:

Divine CrueltyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora