meet the prince

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Para bellum.

El nombre de ese club era lo único que se le depositaba en la mente. Su abuela, Minerva, llevaba ya varios minutos hablándole sobre no recordar con exactitud la hora de aterrizaje de su hijo. Aunque, Alonso, no lo sabía, solo veía el movimiento de labios de la mujer. Pensaba en todo lo que había vivido el último mes del verano en aquel lugar nocturno. Muchas experiencias que, le habían dejado en claro lo que era a sus cortos diecisiete años.

-Cual sea la hora en que tu padre vuelva, ya no es correcto que estés despierto a estas horas; ve a dormir, no quiero bajas en el Guillmore por escasez de tus ocho horas de descanso -ordenó la abuela con voz firme, el único tono que Alonso le conocía.

El ojiazul, reaccionó cuando observó la mirada fija de la mujer sobre él.

-Eh... sí. Es hora de que duerma. Buenas noches, abuela -dijo al ponerse de pie. El chico no daba ni recibía un gesto más. No sabía lo que era un beso antes de irse a la cama.

Eran las diez y treinta de la noche y Alonso, aún no estaba sumido en sus sueños. Algo inaceptable para las reglas con las que había crecido, normalmente, a tales horas; ya se encontraba durmiendo.
En cambio, dicha noche, permanecía sentado en la suavidad de la cama, con la pijama puesta y la mirada pérdida en una de las paredes azul cielo de su enorme habitación.

"Sabes que ya no puedes volver ahí, Alonso. Fue una diversión de verano. Ve a dormir antes de que te metas en problemas."
Musitó en el momento que giró la cabeza hacia la dirección de un espejo; hablándole a su reflejo.

Pero, demonios. Alonso Campderich no sabía lo que era dormir sin antes conseguir lo que quería y, esa noche, su deseo tomaba la forma de ir a bailar al Para bellum con el propósito de besar a un par de chicos más.

Sí, Para bellum era un club gay. Sin embargo, este no se encontraba en la zona de clase alta en la que el pequeño castaño vivía: ¿Cómo? Ninguna familia que se respetase iba a permitir tal "insulto" en los alrededores de su "castillo".
Precisamente, era por eso que, Alonso, se sentía seguro de ser el mismo ahí. Nadie lo tachaba con mil y un prejuicios, porqué en Para bellum, todos era iguales; solo personas amando. Además, estaba seguro de que por aquellos rumbos nadie lo conocía, nadie sabía que era el hijo del exitoso empresario Samuel Campderich.

La costumbre de no descansar hasta ver cumplidos sus deseos, lo hizo arrojar la pijama lejos, optando por un ouftit adecuado para el club. Alonso, aprendió a escapar de las rejas de Minerva y Samuel; siempre esperaba a que todos durmieran, incluso el personal pues, con su estratégica mente, logró obtener una copia de la llave de la puerta del servicio. Lo único que necesitaba para salirse con la suya era: el descuido de todos, dicha llave y suficiente dinero para transportarse, sobornar al tipo que negaba el acceso a menores a Para bellum y para darse sus gustos allá adentro aunque, claro, esa noche no lo haría; ir con resaca a su prestigiado colegio sería una falta imperdonable, tan grande como para ser expulsado.

Esa noche, consiguió un par de besos y caricias de unos cuantos chicos. Le pareció recordar que sus nombres eran Víctor, César y Leandro; bah, cómo sí necesitará saber sus nombres para otra ocasión.
Su semblante no podía estar más lleno de alegría hasta que echó un vistazo a la hora en su delgado smartphone: 12:43 a.m.

"Solo recuerdo que tu padre vuelve al rededor de la 1:00 a.m."

Recordó esa frase entre toda la palabrería que le dijo su abuela hacía unas horas.

Abrió los ojos a tope y el corazón se le aceleró como nunca, saliendo del club a toda prisa entre empujones y choques con diferentes cuerpos.
No disminuyó el paso a pesar de ya estar afuera, le urgía ver un taxi, ya que se había quedado sin "datos" y no podía usar esa famosa aplicación para pedir un auto.
Un último choque se le presentó antes de que su añorado transporte apareciera; se había golpedo tan fuerte la frente con el hombro de la otra persona que juró sentir vértigo.

castle walls ♕ j. v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora