don't be such a dream, please

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Esa dulce voz femenina: ¡Maldición! Era tan angelical que deseaba poder encontrar a la dueña de tan encantador sonido.
Todo a su alrededor era blanco, solo distinguía esas hermosas palabras; de repente, se encontró en los interiores de su hogar en Nueva York: en el penthouse situado en Fifth Avenue, en el barrio del este superior de la ciudad (dónde vivía la élite de la élite).
"Me encanta tener el apartamento lleno de rosas; aunque solo sea en cuadros y más cosas de ornato. Cuanto quisiera yo que tu padre nos llevará a un hermoso hogar, con un jardín enorme en el que te pudieras divertir al máximo" escuchó de aquella misma voz femenina, giró hacia la izquierda y se encontró con una joven mujer de espaldas, la misma, sostenía a un pequeño niño entre sus brazos, al parecer observaban un bonito cuadro lleno de rosas: "Ay, Alonso, creo que tendrás que conformarte con ser otro príncipe del Upper east side" aquello le hizo abrir los ojos al máximo, al mismo tiempo que su boca se abrió:

"¿Mamá?" se atrevió a llamarle, olvidando por completo que ese escenario solo era un regalo de su memoria; un simple recuerdo. El príncipe no era más que un fantasma en aquel momento.

"How long will I love you?
As long as there are stars above you
and longer if I can
how long will I need you?
As long as the seasons need to,
follow their plan."

Le escuchó cantar a su madre... esa canción, ya lo recordaba, dicha melodía era entonada para él, era una canción de cuna bastante peculiar.

Pero es bien sabido que un buen sueño nunca dura tanto.

—¡Mamá! —gritó en el momento que se despertó, sentándose de golpe mientras sentía lágrimas resbalarle por el rostro: había estado bloqueado a esos recuerdos por tantos años.

Un grito del ojiazul era la señal para que Bertha apareciera, pero un grito tan desgarrador y a horas tan tempranas; hizo que no solo fuese ella quien se hiciera presente si no (increíblemente) también Minerva.

—Joven Alonso, ¿está bien? —preguntó la alarmada nana mientras se le acercaba, seguida de cerca por la abuela.

Campderich, solo negó levemente, temblaba un poco y su expresión únicamente indicaba un estado de shock considerable.

—¿Pero qué pasa, niño? No puedes hacer semejante escándalo a tan temprana hora —preguntó Minerva con semblante molesto.

—E-esa-esa canción —titubeó mientras Bertha trataba de calmarlo entre sus brazos—. Mi mamá solía cantarme esa canción para arrullarme... yo... mi-mi mamá... finamente pude recordar algo. Soñé con ella, estábamos en el penthouse de Nueva York y, parecía todo tan real... no quería despertar —sollozó observando al piso mientras que Bertha le acariciaba el cabello.

—Entiendo que te hayas puesto así, fue algo impresionante para ti, sin embargo, no es necesario que dramatices tanto, Alonso —dijo Minerva entre tanto lo veía, pasando la fría mirada a la nana—. Y tú, ya sueltalo, déjalo; está grande para necesitar de consuelo. Retírate a continuar con tus labores —ordenó, señalándole las puertas del pequeño castaño—. Inhala, exhala y levántate, te quiero listo a tiempo para el Guillmore —le dijo al chico en cuanto estuvieron a solas, no tardando mucho en desaparecer de la alcoba.

La fría reina únicamente era capaz de provocarle un sabor amargo al lindo príncipe. Suerte para Alonso que, hacía tiempo que había llegado una gran cantidad de luz y dulzura a su vida; Canela siempre estaba en el momento justo, lo supiese o no.
Jos, se presentó aquella mañana mediante un mensaje "bastante cursi" en términos del menor. En su interior, sabía bien que suspiraba por esos pequeños pero significativos detalles:

castle walls ♕ j. v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora