A pocos días de la navidad, se presentaba con varios sentimientos encontrados: por una parte estaba el hecho de la ausencia de Itz, esa chica ojiverde que había estado a su lado en las últimas tres navidades, iba a ser extraño y doloroso no despertarse en la mañana de navidad gracias a sus gritos eufóricos tal cual niña emocionada por abrir los obsequios (la estancia en la universidad nunca fue un impedimento para el espíritu navideño de la castaña). Del otro lado, se encontraba el aspecto de que, esa, sería la segunda navidad que compartiría junto al ojimiel, Bertha y, desde luego, su hija. El último diciembre que compartió con el psicólogo fue el anterior a su partida a París y respecto a sus años viviendo en dicho lugar, únicamente tuvieron algunas videollamadas durante noche buena y algunos mensajes cursis por la mañana del veinticinco; nada malo, pero tampoco excelente, el príncipe siempre recordó lo perfectas que habían sido las fiestas al lado de los Canela. En aquel año, deseó con locura el festejar en compañía de todos sus seres queridos, sin embargo, la vida le fue a quitar a uno, a esa chica que, llegó a considerar su hermana… oh, no, no de nuevo, no podía ponerse a llorar de nuevo en unas fechas en las que se supone, todo debería de ser alegría. En esa noche en la que se encontraba en su oficina, Libby, evitó que cayera en la tristeza de todos esos pensamientos un tanto masoquistas y poco sanos.
—¿Necesitas algo más? —le preguntó al adentrarse a la oficina.
—Ehm… no, ya no, Libby. Parece que ya nos podemos ir a descansar —le respondió un poco titubeante al recién haber salido de la profundidad de su mente.
—¡Música para mis oídos! —exclamó sonriente, consiguiendo una risa del ojiazul cómo respuesta—. Hasta mañana, buenas noches —le dijo para después dar la media vuelta rumbo a la puerta.
—Linda noche, te veo mañana —le respondió entre tanto se ponía de pie rumbo al perchero que sostenía su grueso abrigo y cálida bufanda.
—Buenas noches, Jos —escuchó la voz de Libby al filo de la puerta; mismas palabras que lo hicieron mirar a aquella dirección en el justo momento que el ojimiel le devolvió el saludo a la chica.
—Hola, bonito —esta vez el saludó del pelinegro fue hacia él y cuándo menos lo pensó, ya se encontraba dándole un beso en la mejilla para después abrazarlo.
—¿Tú qué haces aquí? —cuestionó con obvia confusión, confusión que se reflejaba en su expresión.
—A mí también me da gusto verte —habló con marcado sarcasmo después de haberlo soltado.
—Lo siento —rió bajito, avergonzado de haber olvidado esos modales que tanto presumía—. Es que no te esperaba, yo te hacía camino al penthouse o ya en él —completó mientras se colocaba esa bufanda gris de estampado negro.
—Tuve trabajo extra en el centro así que me desocupe más tarde de lo habitual, pero justo a tiempo para pasar por ti —le tocó la nariz con el dedo, la cual estaba sumamente helada ante el clima invernal.
—De acuerdo, voy a enviarle un mensaje a Bruce para que no esté esperando mi llamada —le sonrió de lado entre tanto tomaba el smartphone y comenzaba a escribir con rapidez—. Listo —avisó a cuestión de segundos, guardando el aparato en uno de los bolsillos del abrigo.
—Perfecto —le sonrió levemente al mismo tiempo que tomaba valor para usar esa oración a la que todo mundo le temía sin saber si se iba a tratar algo bueno o malo— ¿Podemos hablar? —soltó esa pregunta que era una pesadilla literaria.
—Ahora entiendo por qué viniste —cruzó los brazos.
—No no no —se apresuró a corregir antes de que el príncipe se encaprichará—. Vine porque me nació y quiero que hablemos desde hace unos días, pero quería hacerlo en un sitio más privado y ahora que estamos aquí, me parece ideal.
ESTÁS LEYENDO
castle walls ♕ j. v.
FanfictionTodos piensan que lo tengo todo, pero es tan vacío vivir detrás de los muros de este castillo. -Fuiste directo a mi corazón y me sacaste de la oscuridad. • Obra inspirada en Blair Waldorf y Ámbar Smith. Esta historia contiene situaciones y comporta...