space between

1.7K 200 103
                                    

Lo pensativo que estaba el ojiazul últimamente, también era de extrañeza para sus dos mejores amigos: Bryan y Jay estaban acostumbrados a verlo siempre regañandolos hasta por el simple hecho de no hablar cómo a él le gustaba. Esa tarde, el pequeño Campderich (aunque ya se sentía más Villalpando que nada) mantenía toda su concentración en redactar el discurso de graduación de su generación: y es que por un momento maldijo el ser el estudiante más destacado de todo su nivel, no contaba con el super ánimo para realizar el mejor escrito. En algún punto su gran ego pudo ser de ayuda, pero tenía un rato que no se concentraba en estarse elogiando a sí mismo, aunque costará trabajo creerlo, lo único que no dejaba de pasar por su mente era el futuro que le esperaba.

—Alonso —le llamó Jay, tocándole el brazo con cierta duda; no quería que de repente explotará todo lo malo en él—. Bryan y yo ya nos vamos. Mi chófer ha llegado —avisó cuándo no notó respuesta en el príncipe, ni una mirada.

—Eh... sí, está perfecto. Qué les vaya bien —contestó sin dejar de escribir. A penas había encontrado el hilo de la inspiración y no quería perderlo.

—¿Seguro qué no quieres venir? Te has estado matando con el discurso y aún tienes tiempo para hacerlo con algo más de calma. Tal vez alguna distracción, cómo salir con nosotros; le venga bien a tu inspiración —agregó Mouque en esperanza de ver al chico alejado de esas hojas por un momento.

—No, Bry, estoy bien. Ahora mismo he tomado la inspiración que tanto busqué y no quiero perderla. Me conozco y si siguen hablandome tanto terminaré mandando a la basura cada palabra —contestó, mirándole a penas por unos cortos y rápidos segundos. Bueno, aquello había sido mejor que nada.

—De acuerdo. Te dejamos tranquilo. Solo trata de mirar un poco el panorama porqué ni te vas a dar cuenta de en que momento llega Gonzálo —agregó Jay, dejándo que Bryan se despidiera antes de alejarse del ojiazul.

Después de pasar un par de días lleno de ese espantoso bloqueo al que todo escritor teme, pero con el que tarde o temprano se enfrentará en más de una ocasión: por fin pudo comenzar a soltar la mano, la cual, solo se encargaba de transcribir cada una de las brillantes oraciones que le estaba dando la mente. Alonso aspiraba a provocar nostalgia con sus palabras, pero también esperaba liberar una que otra risa con sus ocurrencias: tampoco es que quisiera que un montón de lloriqueos de estudiantes y familiares arruinarán el momento de su discurso; tenían que dejarlo brillar primero antes de ponerse sentimentales (y, bueno, ahí estaba el ego que, por un momento, llegó a creér pérdido).

—Alonso —escuchó su nombre, pero estaba tan concentrando que ni siquiera se tomó el suficiente tiempo para saber que el dueño de esa voz era su persona favorita. Hasta el momento.

¿Mjmm? —balbuceó en un sonidito. No había dicho nada claro, sin embargo, se interpretaba como un: "te escucho, pero yo no hablo, estoy ocupado, ¿No ves?"

—Príncipe, hace una semana que estoy de nuevo en la ciudad y la mitad de ella te he visto con esas dichosas hojas en mano. Deja de ignorarme o me regreso al lugar de mis prácticas, eh —amenazó, sentándosele a un lado; mirándolo tan de cerca, pisoteandole el espacio personal.

—Ajá —Alonso seguía en su mundo de palabras y ese desdén de respuesta se lo dio a saber.

—Te compre una malteada —le pusó la tentadora bebida enfrente, pero, increíblemente, el príncipe seguía ignorandolo como todo un experto—. Es de frutos rojooos —canturreó, moviendo el vaso desechable.

—¿Eh? —murmuró el menor, mirándole por primera vez después de varios minutos—. Jos —sonrió— ¿Qué haces aquí? No te había visto —dijo, haciendo que el aludido se diera un facepalm incontenible.

castle walls ♕ j. v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora