a chapter ends

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Alonso sentía un gran asombro de ver lo parecida que era Fernanda al resto de la familia; es cómo si todos hubiesen hecho una fila para fotocopiarse los ojos y la sonrisa. El príncipe pensaba que, los Canela, nunca se pudieron hacer esa broma pesada de "eres adoptado" cuando solían ser niños. Era demasiada incongruencia decir que no pertenecían a la misma rama familiar.
Ahí, en el living, estaba Yaya, con ese outfit invernal que dejaba en claro por qué había conseguido a un italiano tan lindo como lo era su prometido: Damian. A pesar de que ahora llevaba el cabello a la altura de la mandíbula, la pudo reconocer a simple vista y, cuando ella lo vio, tal y como Jos, lo recibió con una cálida sonrisa, como si lo conociera de toda la vida. Realmente ya lo conocía un poco o, eso se podía decir pues durante ese medio año, el psicólogo no hizo más que hablarle de él cada vez que se ponían en contacto. En fin, ese dieciocho de diciembre había sido el día elegido para verse cara a cara.

—¡Alonso Campderich! ¡Finalmente tengo la dicha de conocerte! —chilló emocionada, pintando de nuevo esa enorme sonrisa en cuánto terminó de hablar.

—Fernanda, lo mismo digo: es un placer conocerte —le devolvió el gesto; le agradaba que la chica lo tratará con entusiasmo, lo hacía sentir más importante de lo que siempre se ha sentido.

—Te presentaría a mi prometido, pero tiene algo con la comida mexicana y de seguro se fue detrás de Eiran a conseguir algún aperitivo —negó levemente, poniéndose un poco de cabello detrás de la oreja.

—Ya tendremos tiempo de conocernos —contestó con simpleza; observando que la castaña tomó asiento, invitándolo a hacer lo mismo y no dudando en hacerlo.

—Eres muy dulce —ladeo la cabeza con una sonrisita—. Jos tiene sus gustos muy definidos. Disculpa si soy una impertinente —dijo apenada—. Hace mucho que no veía a mi hermano tan feliz.

—No, está bien y, sí... él me dijo que ya tenía tiempo de no estar con alguien.

Uff... sí —resopló—, yo pensé que iba a morir solo, lleno de gatos... ya tenía a Luka, así que me estaba resignando —dijo, liberando una risa espontánea en el menor—. Por suerte llegaste tú. Todo este tiempo no ha hecho más que hablarme de ti, es como: "Yaya, Alonso es tan lindo" "Fer, no puedo dejar de pensar en él" "Estoy tan enamorado" —completó la última imitación en cuánto el pelinegro apareció. El chico se había quedado estacionando el auto y bobeando un poco en compañía de la anteriormente mencionada, Luka.

—¡Oye! ¡Yo no hablo así! —se defendió, tratando de no sonrojarse.

—Pero estás tontamente enamorado y puedo jurar por Alex y mamá que lo has dicho palabra por palabra —pestañeo la castaña con inocencia.

—No la escuches, bonito —le dijo al ojiazul mientras tomaba asiento a su lado: Fernanda perdió la cuenta de los besos que le dio en la mejilla mientras le susurraba sabrá dios cuantas cosas en el oído.

—Y aún así te atreves a negar que me has dicho todo eso —se burló con ceja alzada, colocando las manos de tal manera que el príncipe pudo verle el lindo anillo de compromiso. Con lo que le fascinaban las joyas.

—Me encanta tu anillo, es... espectacular —decía sonriente, parpadeando constantemente en un pensamiento bobo de querer verlo mejor.

—Lo sé... cuando Damian me lo dio casi me desmayó al verlo —rió un poco, estirando la mano para que el ojiazul pudiera observarlo a su antojo: era simplemente perfecto. Todo en oro blanco con delicadas franjas en oro natural, resaltando ese gran y reluciente diamante. Divina obra de la casa Buccellati.

—¿Qué? ¿Quieres uno? —le preguntó de lo más normal el ojimiel, aunque también tenía cierta intención divertida.

—No seas idiota. Solo tengo diecisiete y una preparatoria terminada —le miró con cejas alzadas.

castle walls ♕ j. v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora