Todos piensan que lo tengo todo, pero es tan vacío vivir detrás de los muros de este castillo.
-Fuiste directo a mi corazón y me sacaste de la oscuridad.
• Obra inspirada en Blair Waldorf y Ámbar Smith.
Esta historia contiene situaciones y comporta...
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❝Encontró los colores para pintarla cuándo el mundo la había déjado gris.❞
Era extraño, pero podía sentir su corazón romperse pese a que, parte del consciente, sabía que aquello era un simple sueño producto de su atormentada mente, ¿a caso era un advertencia? Bah, qué ridículo, sus sueños siempre se caracterizaron por ser una locura y a diferencia de los de Alonso: nunca se cumplían, no eran en lo absoluto premonitorios pero sí eran cómo una alarma a lo que debería de prestar atención… aunque eran raras las ocasiones en que hacía caso de los consejos que le daba el interior. Resulta que, hacía un par de horas, el príncipe le había pedido el divorcio; Canela no le dio una respuesta concreta, pero sí se fue a dormir a una de las habitaciones extra del penthouse (al fin y al cabo que tenía planeado volver a su apartamento). En cuanto concilió el sueño, la pesadilla mencionada comenzó (porque sí, eso era lo quisiera admitir o no: una pesadilla).
En dicho sueño, parecía que ya se había divorciado del ojiazul, la creación de su imaginación comenzó mientras vagaba por el living del penthouse y, entonces, Dalary apareció, pero ya no tenía cinco años, parecía tener unos trece o catorce. Cuando la princesa lo saludó, supo que estaba "presente" que no era un fantasma en su propio sueño.
—Papá, qué bueno que viniste a visitarme, ya te extrañaba —le dijo mientras le abrazaba. Sabía que era irreal, pero aquella "imagen futura" de su hija era preciosa, su princesa lo era.
—Dal —murmuró con cejas contrariadas por la confusión pero con una notable sonrisa. Sin dudarlo, le correspondió el abrazo.
—Hay una película que muero por ver, le diré a papi Alonso para que no se preocupe, al fin que él ya sabía que venías hoy —le soltó, pero no se movió mucho pues el ojiazul apareció… pero con una imagen no muy agradable ante los ojos del psicólogo.
—Buenas tardes, José —dijo aquella voz tan familiar; pese a que en su sueño habían pasado algunos años, no notó mucho cambio en el príncipe… excepto que tomaba la mano de aquel tipo, ¿Cómo era su nombre? Daba igual, era ese tonto que, en secreto, el ojimiel no soportaba.
