sacrifices

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Dedicado a saritalau

































Un día agotador de mierda, sí, eso era ¿En qué momento habían volado dos semanas y tenía que afinar los últimos detalles del número de octubre? Bah, maldito tiempo, no había razón para odiarlo tanto (fuera de que, en esos momentos, no se cansaba de insultarlo). Era una fortuna contar con un estudio en el penthouse, de lo contrario, esa pila de papeles, recortes, anotaciones, fotografías y post-its estaría regada por todos lados, quizá hasta entre las cosas de la niña. Su vista funcionaba a la perfección, pero vaya que el cansancio estaba empezando a hacer de las suyas en ese mar tan bonito; ya no podía contener el estarse masajeando los ojos, seguido de las sienes y el cuello.
No podía pedirle ayuda a nadie, cada integrante de la empresa estaba centrado en la parte correspondiente de su trabajo y ninguno, absolutamente ninguno, era sencillo. Jos estaba en lo suyo y sabía a la perfección que el pelinegro también vivía cargado de responsabilidades después de todo lo que Quivera le heredó. No le quedaba otra más que darse el ánimo suficiente que lo ayudará a terminar con todo ese desastre laboral. Dio otro suspiro alargado para después repetirse las mismas palabras de siempre ante una situación de estrés por el trabajo:

"Amo mi trabajo, amo mi trabajo..." se dijo un par de veces y recargó la mejilla sobre la palma de la mano, observando de reojo la comida que le había llevado Bertha, de la cual, había probado muy poco, más por querer terminar pronto que por falta de hambre. Resopló antes de volver la mirada hacia la laptop, tenía que verificar algunos emails; en realidad varios y cada uno de ellos con absoluta atención, no quería ninguna mediocridad en Rose Ville. Ya debería de estar acostumbrado a toda esa presión, pero simplemente se seguía sintiendo tan aplastado cómo en su primer día.

—Joven —escuchó la voz de la nana después de un par de toquidos.

—Puedes entrar —le respondió sin despegar la mirada de la laptop.

—No quiero interrumpirlo, solo vengo por la bandeja de comida que le traje que, por lo que veo, casi no toco —negó un poco mientras recogía los alimentos mencionados.

—Lo siento, no es por despreciarte o que no quiera comer: es la urgencia de acabar con todo esto —ahogó un bostezo.

—Me preocupa que esté metido aquí desde hace dos días. No come y no duerme, necesita parar un poco —le regañó conforme se disponía a salir.

—No dramatices, Bertha. Ya deberías de saber que siempre es así cuando está en puerta el número del mes.

—Lo sé, simplemente no me gusta verlo tan asfixiado en trabajo, pero bueno, ya no lo interrumpo, permiso —habló y solo consiguió dar un par de pasos pues la voz del ojiazul la detuvo.

—Espera, nana ¿Cómo está Dalary? Me siento pésimo por estar aquí este último par de días, pero no para cuidarla —cuestionó conforme hacía unas anotaciones que, a ojos de la mujer, solo él entendía.

—Ella está bien, no se preocupe —le sonrió a pesar de que el castaño no la veía—. Poco a poco está serenando esos ataques de llanto que solía tener semanas atrás. Hace un rato que la bañe y le di de comer, al parecer le cayó de maravilla porque no tardo en quedarse dormida.

—Wow... —alzó las cejas—, esa es una estupenda noticia, la cual nunca creí llegar a escuchar; llegué a pensar que estaba encaprichada con únicamente dormir en los brazos de Jos.

—Puede estar tranquilo, lo juro. Deje las preocupaciones y la pena, a mí me encantan los niños y no tengo problema alguno con cuidar de ella, concéntrese en terminar su trabajo y déjeme el resto.

castle walls ♕ j. v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora