castle walls ♕ j. v.

happily ever after?

Dedicado a freddyconchongo iaravillalpando, JessMouque_, Canela_Navarro, JxlonsoftSivan, jalonsoworld, leslie_cdks,josxrainbow y alonftrugge

Si no estás ahí, no te preocupes, también está dedicado a ti, que quisiste leer la historia del príncipe egocéntrico qué se enamoró de un psicólogo pintorcito torpe.

Gracias.

Final

❝ —Cuando estoy contigo me siento distinto, no sé… cómo en paz. Y no muchas personas me generan eso; nadie, en realidad.

—Has cambiado mucho.

—¿Sí?

—Sí.

—Es gracias a ti.

—No. Es gracias a ti, tú siempre tuviste esa luz, solamente, tenías qué aprender a dejarla salir.

—Yo lo único que sé es qué cuando estoy contigo, siento que el mundo se frena; que no existe nada más qué tú y yo.

—Me pasa lo mismo y no quiero que este momento se detenga nunca. ❞

No exageraba, sentía que el corazón le iba a brotar del pecho entre tanta angustia, adrenalina y desesperación. El principal problema era que la única entrada y salida al penthouse era el maldito elevador. Alonso se encontraba bajando a la recepción, no podía creér que la vida le estuviese haciendo aquello o tal vez sí, lo consideraba cómo el mejor karma ante lo idiota que fue al derrumbar su matrimonio y crear una fisura en la relación con Dalary; ahora, lo estaba pagando todo.
Realmente no era nada de tiempo el que se pasaba en el elevador, mucho menos a esas horas, con un clima tan terrible. Para Canela pareció una hora cuando en realidad fueron alrededor de tres minutos lo que estuvo esperando por ir detrás del ojiazul, de verdad que estaba rogando a lo que fuese que pasará por su mente porque el príncipe se encontrará sano y salvo en el lobby, al menos debería de haber algo de prudencia en ese edificio elegante respecto a dejar salir a los habitantes en el medio de una tormenta así.
Para su fortuna (o última oportunidad) cuando salió de lo que le pareció un transcurso eterno en el ascensor, encontró al pequeño mar de espaldas, lucía algo intranquilo o desesperado al querer salir del edificio, pero por lo que Jos entendió, aquellas grandes puertas de cristal y madera acaramelada contaban con una cerradura a la que nadie, más que el personal autorizado, tenía acceso.

—Creí que te había perdido —dijo mientras se le acercaba, aunque no fue audible por la distancia, lo agitado que estaba y todo el ajetreo de la tormenta—. Alonso —le colocó la mano en el hombro.

—Déjame —se giró con cierta brusquedad, alzando ambas manos, pidiéndole distancia—. Quiero salir y estaba a punto de ir a pedir que abran las puertas.