kingdom keys

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Se había despertado sumamente temprano, ya llevaba media hora de pie, haciendo su mejor intento en la cocina entre tanto esperaba ver al ojiazul salir de aquel pasillo del fondo que daba a su habitación; sin embargo, el príncipe no aparecía y, Jos tuvo una teoría socarrona del por qué no salía de la cama. Al no verlo aparecer y calcular que ya debería de ser su hora de estar de pie, fue a buscarlo, encontrándose con que, efectivamente, aún seguía tan dormido cómo si fuera plena madrugada.

—Alonso —le habló en uno tono moderado: no quería ganarse un puñetazo por despertarlo de golpe—. Cariño —continuó su función de alarma, sentándose a su lado.

—Uhm... no... es tempranisímo —balbuceó más que adormilado.

—No lo creo —se inclinó un poco—. Tienes que salir de la cama ahora mismo si no quieres llegar tarde a Rose Ville —le avisó conforme le quitaba del rostro algunos menchones del cabello.

—No quiero —dijo en su casual tono de berrinche, removiendose un poco, dejándo que las sábanas cambiarán lo posición sobre su cuerpo; permitiendo que el ojimiel observará a la perfección parte de su muslo y espalda baja.

—¿No quieres o no puedes? —le murmuró cerca del rostro, liberando una risita burlesca.

—Oh, cállate —finalmente abrió los ojos, poniéndole la mano en la cara por unos segundos .

—Me encantaría que me callarás tú —le sonrió, parpadeando con ridícula inocencia.

—Me estresas, Jos.

—Anoche era el mejor novio y ahora te estreso —argumentó con ceja alzada.

—Eres estresante, pero también el mejor —le sonrió levemente.

Canela, le devolvió el lindo gesto, siendo rechazado al intentar besarle pues el menor le colocó dos dedos sobre los labios.

—Aliento matutino, qué asco hasta para mí —respingo el príncipe con una mueca de desagrado—. Déjame tener mi rutina mañanera y después te daré el beso matutino perfecto, de esos que hay en tus historias cursis de amor —se burló; Canela seguía leyendo muchos libros de romance.

—Jmmm... Okay —le besó la frente para después ponerse de pie—. Te espero en la cocina y, ah, sí, puedes tomar lo que necesites —avisó antes de salir.

El ojiazul, se sentó con mucho cuidado (he ahí las consecuencias de dejarse llevar por la lujuria). Por un momento, divagó las últimas palabras del pelinegro; era cierto, no tenía nada que ponerse. Bueno, después de todo era el dueño de una revista que abarcaba un 80% el tema de la moda: tendría que sacarle provecho a la ropa de Canela, después de todo, con su buen gusto, lograría algo sensacional sin necesidad de matarse pensando en ello. Dicho y hecho, le bastó con combinar tres prendas básicas de su novio: una camiseta blanca con estampado abstracto, debajo de una camisa de mezclilla en compañía de unos jeans obscuros que, le quedaron un poco menos ajustados de lo que acostumbraba, pero así lucían bien. Ciertamente le sorprendió que todo quedará en armonía con los zapatos que llevaba el día anterior. Lo bueno de su trabajo es que no tenía que estar formal todo el tiempo, al contrario, siendo el dueño, era bueno que mostrará su excelente estilo por los rincones de la revista.

—Te acercaste a la cocina y no le prendiste fuego, Eiran estaría feliz —le habló, tomándolo un poco por sorpresa.

—Finalmente saliste —le observó de pies a cabeza—. Mi ropa te queda bien, príncipe.

—Si tarde fue porqué tu armario es un desastre —cruzó los brazos.

—O tal vez el tuyo es muy organizado —le acercó, besándole la nariz y, al fin teniendo de cerca el dulce aroma de ese perfume; por suerte el ojiazul cargaba con algunas cosas básicas... o lo que él consideraba básico (al menos el perfume sí lo era).

castle walls ♕ j. v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora