castle walls ♕ j. v.

rainy mood

Sabía que aún no era tan tarde, pero también sabía que, no podía quedarse tanto tiempo en la cama; aunque fuese sábado, se le había acostumbrado a no desperdiciar medio día durmiendo.
Bostezo levemente y se estiró debajo de aquellas sábanas de seda color azul marino, prosiguiendo por retirarse aquel antifaz negro para dormir. Parpadeo levemente y por unos segundos, divago la mirada en cada rincón de la habitación: estaba en ese pequeño lapso en el que terminas de captar que has despertado.
Sin muchas ganas, se sentó en la cama, colocándose aquellas suaves pantuflas y su bata de dormir, se entre acomodó el cabello y listo, salió dispuesto a desayunar.
Ni siquiera pudo llegar a la planta baja para poder notar toda la actividad que había en cada rincón de la mansión, desde arriba, con expresión confusa, observaba a varios empleados atareados bajo las órdenes de su abuela: ¿En serio Minerva estaba planeando una de sus famosas y elegantes reuniones? Alonso, supo que la respuesta era un "sí" en cuanto logró divisar al cáterin favorito de la mujer. Sin importarle que se encontraba en pijama, bajó cada escalón con rapidez; dispuesto a confrontar a la abuela.

—¿Me puedes regalar un segundo? Por favor —le pidió, mirándola de espaldas.

—¿Qué quieres, Alonso? Se debe de estar ciego para no ver lo ocupada que estoy —contestó mientras se giraba, colocándose las manos en la cintura, demostrando autoridad.

—Estás planeando una fiesta hoy, abuela, ¿es en serio? Presumes ser respetuosa, pero con esto me estás demostrando todo lo contrario.

—No es una fiesta, Alonso. Es una reunión y, baja el tono, tomó tus palabras y te pido que me respetes.

—Una reunión es lo más cercano que conozco a una fiesta —rodó los ojos para después suspirar con pesadez—. No te voy a mostrar ningún respeto, hasta que tú me lo muestres a mí. Aunque, ¿sabes? Yo no soy un maldito desconsiderado, espero te la pases de maravilla, junto a papá que, me imagino, esto es por ese tratito que cerró.

—Por ese justo motivo no deberías de ser un insolente, deberías alegrarte más que nunca.

—¿Quieres qué pretenda ser perfecto? Cualquier día, abuela, cualquiera excepto hoy —tensó la mandíbula por el coraje acumulado.

—Vete despidiendo de ese berrinche. Vas a estar en la reunión lo quieras o no. No nos vas a hacer pasar una vergüenza de tal magnitud, mira que encerrarte durante un evento importante, vaya desfachatez.

—Nunca me quieres en esas estúpidas reuniones, siempre vas a presumir que no fui porqué estoy ocupado estudiando o haciendo alguna labor social: ¿Por qué esta vez debería de ser diferente?

—Porqué esta vez la reunión es en tu casa. Y solo para que dejes de protestar, otros jóvenes también vendrán: incluso tus amiguitos del Guillmore. Es obvia la presencia de los Canela, ayer saliste a cenar con Jos, me imagino que eso bastará para que te calles.

—¡¿Los invitaste?! —se exaltó un poco, pensando en los acontecimientos de la noche anterior—. Ellos están oficialmente no invitados, en especial Jos. Solo salí con él por educación, pero no lo soporto.

—Tonterías. Tú no decides la lista de invitados. Mejor ve y cambiate para que puedas ir a comprar algo que ponerte esta noche.

—¡¿Cómo haces para nunca, pero nunca entenderme?! Tienes, no sé; una habilidad —escupió sarcástico, plantando marcha a la cocina con el fin de pedirle a Bertha que le llevará el desayuno a la habitación.

La nana, yacía en un punto exacto, en el que, con claridad, pudo notar que expresaba el rostro de Campderich: fuerte enojo, para variar.

—Joven, ¿qué le pasa?