undeniably magnetic

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Tal vez se estaba dejando guiar por sus sentimientos y las personas solían decir que eso no era bueno, sin embargo, por algún motivo, todo en él le gritaba que el camino correcto era seguir lo que le dictaba el corazón: la orden de esa mañana había sido el ir a visitar al príncipe a Rose Ville, no podía evitar sentirse algo estúpido pues ni siquiera sabía de que iba a hablarle y la verdad era que no tenía ni un tema, únicamente deseaba estar con él; esperaba que la falta de una conversación anticipada en su mente no fuera a arruinar todo porqué, sus charlas espontáneas no eran muy favorables. Como sea, ya era tarde para considerar algo de que hablarle puesto que el ascensor se había abierto.

—Buenos días, Jos —le habló Itzitery, ya que había salido del elevador.

—Buenos días.

—¿Qué te trae por aquí? No quiero ser pesada, pero no me gustaría enterarme de que esta es la poca importancia que le das al cargo que te dejó mi papá —cruzó los brazos.

—Por supuesto que no: yo amo mi trabajo y admiré, respeté y aprecié demasiado a tu padre como para ser un desagradecido —se defendió. Era obvio que ya había perdidó el ascensor—. Estoy aquí porqué son las once, lo cuál es igual a la hora del almuerzo y casi siempre lo tomó en el centro, pero esta vez quise salir.

—Jmmm —murmuró pensativa la ojiverde; podía notar con claridad que aquel pelinegro no era una mala persona, que su padre no se había equivocado en dejarle su legado.

—Te prometo que yo nunca mandaré al carajo los centros de tu padre, ni su reputación, nada. Tienes que confiar en mi profesionalismo —era como si el ojimiel fuera un niño tratando de probar su inocencia, aunque ante Itz, no tenía que hacer mucho, la chica sabía discernir muy bien a las personas.

—Está bien, no te arrodilles —rió un poco—. Mi padre hizo una buena elección —se encogió de hombros—. Ahora, me voy, no quiero que Alonso sepa que vine a darle una última vuelta a la revista —dijó en referencia a que se encontraba en las últimas semanas de embarazo—. Buen día, Jos —se despidió para después comenzar a caminar.

—Hasta lue...

—¡Espera! —la castaña dio la media vuelta, interrumpiendolo— ¿Qué haces aquí? Mira que si de nuevo has venido a burlarte de mi hermano, no respondo. Te has ganado mi respeto como profesionista, pero como persona aún tengo mis dudas.

—También puedes relajarte, no he venido a hacerle nada malo; por si no te ha contado, somos amigos y de nuevo adquirimos la capacidad de poder estar en la misma habitación sin querer matarnos —en su mente se quedó el que le haya llamado al ojiazul "hermano".

—Me contó algo sobre una tregua, pero dudé que tú la fueras a respetar si ya has roto tantas promesas —alzó una ceja—. Digamos que alguien que te dejá solo después de un accidente y tres meses de coma, no es de mucha confianza —le reprochó en nombre del príncipe.

—¿Qué? Yo nunca lo dejé solo, estuve a su lado cada maldito día de esos meses infernales —arrugó la frente—. Y bueno, yo tampoco puedo tenerle la gran confianza a tu hermanito si él solo me usó como un capricho ante su abuela y padre —dijó, defendiéndose con molestia; por un instante, el coraje hacia el ojiazul, volvió.

—Nunca había escuchado mentira más grande: yo conozco a Alonso a la perfección y estoy seguro de que tú también, mira dentro de tu corazón y date cuenta de que, si él te hubiera hecho eso, no estaríamos hablando de la misma persona —apretó los labios— Hasta luego, Jos —se despidió por segunda vez, ya no deteniéndose.

Canela, se adentro al elevador, pensativo ante las palabras de Itzitery; parecían tener bastante lógica, pero es que el hecho de que Alonso fuera bastante bueno mintiendo no le ayudaba a aclarar sus ideas -sin mencionar el concepto que tenía del amor cuando lo conoció- bien pudo haber actuado lo vivido. Por otra parte, era verdad que, el veneno que Minerva solía ponerle a sus engaños, solía ser muy efectivo y prolongado, aunque quizá esa toxicidad ya estaba abandonando el cuerpo del pelinegro, pues de lo contrario no se encontraría ahí, yendo detrás de ese precioso mar.
A diferencia de la primera vez que subió al piso dónde estaba situada la oficina del menor, aquel trayecto se le hizo bastante corto, ya que cuando menos lo pensó, Libby, le informó que Alonso había salido unos momentos y que no tardaría en llegar; la asistente agregó que al ojiazul no le gustaba que lo esperarán afuera de su oficina, si no adentro, tal requerimiento, tuvo cómo resultado que el pelinegro ingresará a la grande y bonita oficina; yéndose a sentar en uno de esos cómodos y atractivos sofás de la entrada, a ignorancia de Jos, ese era el lugar en dónde Alonso recibía a sus visitas (a menos de que se tratase de algo más formal, en esos casos recurría a su elegante y organizado escritorio).

castle walls ♕ j. v.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora