Estaba en shock. Mi cuerpo entero estaba en shock. No podía dejar de estregar mis manos con fuerza y ver borroso por las lagrimas. No dejaba de limpiarme las manos con fuerza, era como, mientras más las limpiaba, más sangre veía.
Nunca le había hecho daño a nadie, de ninguna forma. Nunca. Siempre trataba de mantenerme al margen, ser paciente, de no enojarme, porque aunque pensáramos en la transformación, si esto pasaba en estado de enojo, no pensábamos con tanta claridad.
Pero hoy fue el día. Hoy había matado a una persona, y se sentía horrible, porque no me había hecho nada, no a mi.
Me mire en el espejo, encontrando mi cara cubierta de sangre, no era blanca como siempre la veía, estaba roja, por el espeso liquido y con desesperación comencé a quitarme la sangre, y no se iba. Entonces sentí mis lagrimas caer y mire mi cuerpo. La ropa ya no era gris ahora era oscura.
Me arranque aquella camiseta y comencé a quitarme como pude la sangre de mi abdomen, fue tanta, que paso la tela y quedo mucha en mi piel bajo la ropa.
— Por favor — Mi voz salió temblorosa mientras con aquella camiseta trataba de quitar todo rastro de sangre en mi cara restregándome con fuerza y por más que intentaba en mis ojos no se iba, solo aumentaba.
Mis manos no estaban tranquilas, solo temblaban y mis lagrimas bajaban. Estaba a punto de perder la cordura cuando frías manos se posaron encima de las mías y estas dejaron de temblar de manera inmediata y mire hacia abajo encontrándome con ojos mieles mirándome fijamente y fue como si toda la desesperación desapareciera de mi cuerpo y se relajara por completo.
— Puedo ayudarte con eso — Y me agarro por las muñecas, llevándome alrededor de la casa y subiendo hasta el último piso de aquella mansión.
Me entro a una habitación bastante amplia haciéndome pasar al baño de esta.
— Te buscare ropa. Las toallas están en este armario — Todo estaba pintado de blanco — Escoge la que quieras, no importa. Aquí se abre la bañera. Caliente, fría — Estaba señalando todo pero yo la miraba a ella — Vendré en unos minutos con ropa limpia — Me miro por unos segundos que se hicieron algo largos para después darme una suave sonrisa y salir del baño.
Así que comencé a desvestirme quedando desnuda frente aquella bañera blanca a mitad de agua y con las llaves doradas.
Solté aire de alivio al sentir el agua tibia tocar mi cuerpo, volviendo a sentir las lagrimas caer al ver como aquella agua cristalina y perfecta se teñía de rojo y llore. Con mis manos tapando mi cara solo pude llorar. Nunca le había hecho daño a nadie, en todo el sentido de la palabra, ni física ni emocionalmente y me sentía sucia, la peor persona del mundo. Como si le hubiera fallado a alguien.
Fue después de veinte minutos que salí de aquella bañera y me seque, saliendo y encontrando ropa perfectamente doblada arriba de la cama. Así que me dispuse a cambiarme.
Y no supe como pero me quedaba perfecta, la puerta siendo abierta hizo que mirara y encontrara a Camila parada en el marco con sus brazos cruzados.
— Gracias — Mi voz salió en un susurro sin fuerzas y un poco más ronca por el llanto, mientras no despegaba mi mirada del suelo.
Escuche pasos y como me quitaban la toalla de las manos. Poso su mano bajo mi barbilla e hizo que la mirase a los ojos. Mojo levemente un lado de la toalla con su lengua y la paso por la orilla de mi frente.
— Te ha quedado un poco aquí — Su voz, como siempre salió suave y calmada — Se como te sientes — Volvió hablar luego de unos segundos — No es fácil, no el primero — Dejo la toalla a un lado y volvió a pararse frente a mi.