— ¿De quien es todo esto? — Había sacado de aquel camión más de diez cuadros y reliquias.
— Estas cosas solo pasan cuando hay actividad — Y de la nada un chico joven, con su cuello envuelto en un grillete, anuncio que debíamos reunirnos en la sala.
Habían un grupo de personas considerables en el gran salón, algunos murmuraban, otros callados y los demás con sus vistas al suelo. Aquellos murmullos cesaron de inmediato cuando tacones resonaron por el lugar.
Tacones negros, piernas largar de color canela, un vestido negro moldeando aquellas curvas, cabello largo y sedoso. Se detuvo en medio de los escalones y su perfecta cara hizo acto de presencia cuando acomodo mejor aquella melena castaña.
— Es hermosa — Murmure sin despegar mi vista de aquella mujer.
— Que la belleza no te engañe. Aveces, aquello, es más letal que cualquier cosa. Y más si viene de ella — Respondió y vi de reojo como agacho su cabeza al ver como la castaña miraba alrededor — Baja la cabeza — Murmuro y aunque quería, no podía. No podía dejar de verla.
Miro a cada uno de los que estaban allí hasta que sus ojos de color miel dieron con los míos y me sostuvo la mirada. Su aire superior, poderoso y autoritario se podía ver de lejos. Aquel brillo de peligro se veía danzando desde donde estaba. No había pestañeado ni había separado su mirada de la mía. No tenia emoción alguna en su cara, pero sus ojos decían muchas cosas que no podía describir.
No podía dejar de mirar, no hasta que aquel hombre en perfecto traje se detuvo detrás de ella y puso su mano en el hombro y le dio un leve apretón, sacándole una pequeña sonrisa a la castaña. Lo vi, aquellos ojos azules que nunca olvidaría.
— Lorcan — Susurre. Sintiendo mi enojo expandirse por mi cuerpo.
Por esto era que mi padre se había puesto nervioso, al avisarle que tomaría su lugar en este trabajo. Trabajaba para la persona que me quito todo lo que tenia, me dejo sola en el mundo.
— Están todos aquí reunidos porque tendremos una actividad en la noche de mañana. Debemos ser cortes y pulcros. Se les avisara el horario, y la tarea de cada uno de ustedes. Sin más, pueden retirarse — Dicho esto no espere que nadie se moviera.
Como pude salí de allí, me cambie de ropa y comencé a caminar lo más rápido que pude. Sentía el enojo apoderarse poco a poco de mi. Ahora todo encajaba.
Por eso llegaba tan tarde, por eso llegaba adolorido. Por eso estaba enfermo y era de esperarse trabajando en aquella casa, estaba inundada de plata, incluso el olor podía matar a los hombres lobo si se mantenían mucho tiempo en el.
Tenia ganas de ir allí, gritarle y pedirle explicaciones, de despedazarlo con mis manos, de llorar por ocultármelo, de no hablar, de no verle. Tenia un enojo enorme en mi pecho así que decidí que era mejor deshacerme de el, de una forma diferente.
La música retumbaba alrededor, las luches, flashes, gente bailando, besándose, drogándose. Algunas se podían ver perfectamente como entraban por una puerta agarrando una cadena y de ella venia un humano, el cual su estado no lo podía diferenciar debido a que no estaba en eso ahora mismo. Pero habían bastantes de esa forma.
Algunas chicas estaban arriba de un pequeño escenario y se le notaba de lejos lo intoxicada que estaban mientras otras eran arrastradas al rededor del club siendo exhibidas y compradas por la noche. Podías ver de todo y nada en aquel club.
Camine a la barra y vi aquella pelirroja sonreír al verme.
— ¡Lauren! — Rió emocionada y apretó levemente mi mano para volver a hacer tragos — ¿Qué te trae por aquí de nuevo?, pensé que habías dejado el negocio — Puso una bebida color blanco y negro — Departe de la casa —Me guiño un ojo y sonreí en agradecimiento.
