Capítulo 1

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El jueves yo salía tempranito a pasear mi malvón por la vereda, como todos los jueves, cuando al abrir la puerta ¡zápate! ¿Qué es lo que vi? El zaguán bloqueado por una enorme montaña gris que no me dejaba pasar. 

¿Que hice? La empujé. Sí, empujé la montaña y conseguí sacarla a la vereda. Y allí vi, creyendo soñar, que la montaña era nada menos que un elefante. ¿Se dan cuenta? ¡Un elefante!

Ya iba a gritar pidiendo socorro cuando me fijé que el animalote tenía una enorme carta colgada de una oreja. En el sobre estaba escrito mi nombre con letras bien grandes, de modo que lo abrí, y esto era lo que decía. Escuchen bien: 

"ESTIMADA SEÑORITA:

                                                YO ME LLAMO DAILAN KIFKI Y LE RUEGO QUE NO SE ESPANTE PORQUE SOY UN ELEFANTE. MI DUEÑO ME ABANDONA PORQUE YA NO PUEDE DARME DE COMER. CONFÍA EN QUE USTED CON SU BUEN CORAZÓN QUERRÁ CUIDARME Y HACERME LA  SOPITA DE AVENA. SOY MUY TRABAJADOR Y CARIÑOSO Y EN MATERIA DE TELEVISIÓN, ME GUSTAN CON LOCURA LOS DIBUJOS ANIMADOS"

¡Imagínense!

¿Se imaginaron? 

¿Se imaginan que sorpresa?

Uno puede encontrar un gato abandonado en un umbral, puede encontrar un perro, una cucaracha, una hormiga extraviada... ¡Hasta un bebé con pañal y alfiler de gancho! Todo menos un elefante. A mí me daba no se qué dejarlo tirado y hambriento, y al mismo tiempo, aunque mi casa es grande, no sabía bien donde ponerlo ni que iban a decir mi familia y los vecinos. 

De todas maneras, decidí recogerlo por unos días hasta encontrarle mejor ubicación... Ustedes habrían hecho lo mismo ¿Verdad?

Entonces volví a empujarlo, esta vez con la trompa para adentro, por el zaguán, sin que Dailan Kifki ofreciera la menor resistencia. Entró muy apurado, sin duda atraído por el olor a arroz con leche que venía de la cocina.

Lo llevé al jardín, sigilosamente, tratando de no despertar a nadie, pero los pasos de Dailan Kifki retumbaron como truenos por toda la casa, y toda mi familia se asomó en camisón por la ventana que da al jardín.

Mi mamá se desmayó, a mi papá se le cayó la pipa de la boca, y mi hermano Roberto dijo:

Roberto: -Estamos fritos-

Dailan Kifki se quedó quieto en el jardín mirando y oliendo las flores.

Yo fui a atender a mi familia y de paso encargar al mercado 400.000 kilos de avena, 54.672 docenas de bananas, un regimiento de botellas de leche y 3 medialunas para mi nuevo huésped. 

Cuando volví al jardín me esperaba otra sorpresa.

¿Que creen ustedes que hacía Dailan Kifki?

Trabajaba. 

Tal como lo oyen: trabajaba.

Abría la canilla con la trompa, llenaba la regadera, y luego regaba las plantas con gran delicadeza. De paso aplastaba con sus patas todas las hormigas que encontraba por el camino.

Entonces comprobé que era cierto lo que decía la carta: Dailan Kifki era muy trabajador.

Sin duda, un elefante único en el mundo.

Yo lo contemplaba llena de admiración, cuando de repente llegó de vi que llegó de visita mi tía Clodomira, con su paraguas y su sombrero lleno de margaritas.

Cuando mi tía Clodomira vio a Dailan Kifki en el jardín, se desmayó.

Yo casi llamo a los bomberos, porque mi tía es gorda y no podía sacarla del macetón donde había caído, cuando... ¿Que creen que hizo el elefante?

La hizo upa delicadamente con su trompa, la pasó por la ventana del dormitorio y la depositó en la cama. 

Después, siempre a través de la ventana, la abanicó con sus orejas y le hizo cariñitos.

Se podrán imaginar que, cuando mi tía despertó y vio que tenía un elefante de enfermero, dio un grito horrible y se volvió a desmayar. Dailan Kifki no se asustó por eso. ¿Saben que hizo?

Fue a la cocina,abrió la heladera, sacó una jarra de agua helada, cerró la puerta con la patita, y vació la jarra delicadamente en el sombrero de mi tía Clodomira.

Mi familia, a todo esto, estaba furiosa, y, alentados todos por los horribles gritos de mi tía, me pedía llorando que sacara a ese monstruo de la casa. 

Tanto chillaron, que luego me enteré que a causa del escándalo se despegaron todas las estampillas del correo.

No tuve más remedio que decirle a Dailan Kifki:

Yo: -Vamos, querido, que aquí no te comprenden... Vamos, te voy a llevar al Zoológico-

¿Que creen que me contestó Dailan Kifki?

Nada. Se puso a llorar, primero dos lagrimitas, luego dos lagrimotas, después dos lagrimones y finalmente dos chorros de manguera.

Lloró tan fuerte que hizo temblar toda la manzana y, naturalmente, las pocas estampillas que quedaban pegadas en el correo se despegaron y salieron volando por las ventanillas.

Mi familia, enternecida, no tuvo más remedio que dejar de llorar, y se pusieron todos a consolarlo. Porque la verdad es que una tristeza de elefante es mucho más grande que una tristeza de persona.

Mi papá le dio una galletita, mi tía Clodomira le prestó el sombrero por un rato, mi mamá le acarició las orejas y mi hermano Roberto dijo:

Roberto: -Estamos fritos-

Y Entonces Dailan Kifki se quedó a vivir en el jardín.

Dailan KifkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora