Siete

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—Buenos días arquitecto, me apena verlo en sábado—Dijo Sofía en cuando me vio.
—Gracias, Sofi—Le dije intentando no contagiarle mi mal humor.

Tenía una junta importante ese día, había varios empresarios que querían construir un edificio y conseguir un récord Guinness.

—En la sala de juntas ya están varios arquitectos compañeros—Hablaba Sofía detrás de mí—. El arquitecto Tomlinson y el señor Mendes.
—Deséame suerte—Dije agitando los planos frente a ella.

Entré a la sala y todas las miradas se posaron en mí, saludé a cada una de las personas (había más de las que Sofía mencionó).

—Bien, ahora que estamos todos, comencemos—Habló el señor Mendes. El mayor inversionista y mi jefe.

La junta duró algo más de tres horas, el proyecto era nuestro. Estaba contento, intentaríamos construir el rascacielos más alto jamás construido.

Pero realmente no me sentía completamente feliz. Ya no.

Salí de la sala de juntas y caminé a mi pequeña oficina a descansar.

Mis sentidos se escapaban así dejándome dormir un par de minutos, pero esto fue interrumpido por el sonido del teléfono.

Era el número de la casa.

—¿Bueno?—Contesté.
—Niall, ¿en dónde estás? Llegué de la Facultad y no estabas, tu madre no quiso decirme en dónde estás—Explicó brevemente.
—¿Fuiste a clases en sábado?—Pregunté confundido—. Estoy en la oficina, nos vemos después, Harry—Y colgué.

Dejé el teléfono en el escritorio y solté un suspiro, fingía preocuparse por mí para no tener que cuidar a Cath. O para que siga pagando todas las cuentas sin chistar.

Dormí en la oficina algo más de media hora, ya eran contadas las personas que estaban en el mismo piso que yo, Sofía había salido a comer y yo tenía que volver a casa.

Subí a mi auto y enfrenté el terrible tráfico de la ciudad, después de casi dos horas llegué a casa. El ascensor seguía fuera de servicio así que subí ocho pisos hasta el departamento.

Al llegar no escuché ruido alguno, la tele estaba apagada al igual que todas las luces. No quería gritar que había llegado, total, ¿a quién le podría importar? ¿A Harry? No, mientras siga pagando las cuentas todo está bien para él.

Moría de hambre, el refrigerador estaba casi totalmente vacío, necesitaba ir hacer la despensa.

Comí el último pan de la bolsa y regresé a mi habitación. Me tiré en la cama y hundí mi cara en las almohadas, no quería despertar hasta dentro de 30 años. A lo lejos escuché el llanto de Cath, ahora sabía que Harry estaba en su habitación con la bebé, el llanto no paraba, solo se hacía más fuerte.

Sin muchas ganas me levanté y caminé a la puerta de Harry, toqué pero nadie me respondió. Entré sin volver a tocar y me llevé la sorpresa; Harry no estaba. Cath estaba sola dando vueltas por la cama, S O L A.

El enojo me ardió en el cuerpo entero, tomé con cuidado a Cath y la llevé conmigo.

Necesitaba ya una niñera.

Y el resto de la tarde siguió así; buscar en el directorio anuncios de niñeras, marcaba y ninguna estaba dispuesta a estar de tiempo completo aquí.

—Hola, buenas tardes, llamaba por su servicio de niñera—Hablé en cuanto descolgaron la llamada.
—¡Hola!, seguro, ¿con quién tengo el gusto?—Habló una señora bastante energética.
—Soy Niall Horan, supongo que usted es Jane Hall—Respondí.
—¡Sí, estoy a sus órdenes!—Respondió, podía apostar que sonreía.
—Verá, tengo una bebé de cinco meses y de verdad necesito a alguien que la cuide, trabajo de 7 a.m. a 9 p.m. ¿Usted cree que pueda ayudarme?—Hablé desesperado.
—Vaya... es bastante tiempo—Contestó.
—El dinero no será un problema—Contesté.

Y al final Jane Hall aceptó ser la niñera de Catherine de tiempo completo, ahora tenía un problema menos. Estaba feliz, mi madre ya no se desgastaría cuidando a Cath, el lunes sería el primer día de Jane.

Eran las 8:09 p.m. cuando Cath comenzó a pedir comida con sus balbuceos. La senté en su mesa y le di una papilla de verduras.

—Cath, en serio te pareces mucho a tu papá Zayn—Dije mientras Cath recibía con gusto la comida—. Es una lástima que él no te quiera en su vida.

Después de un rato Cath se quedó dormida y la acomodé en mi cama, ya era tarde y Harry no volvía de dónde estuviera. Por un segundo pensé en llamarlo y preguntar su paradero, pero mi orgullo fue más y me dormí junto a Cath.

A las 4:30 a.m. un ruido de la cocina me despertó, siempre he sido un miedoso de primera, pero no quería que Cath se despertara llorando. Me levanté con cuidado de la cama y salí de la habitación, mientras más me acercaba a la cocina escuchaba risas y gritos, de inmediato reconocí una de las voces.

Era Harry.

Dejé el miedo a un lado y caminé a la cocina, me encontré a Harry y a Rebecca en la cocina; la cocina estaba echa un desastre total, había harina y huevos por todas partes.

—¿Qué están haciendo?—Pregunté molesto, ambos me miraron.
—¡Niall, hola, únete a nosotros!—Gritó Harry, se notaba que estaba borracho, bueno... ambos.
—¿Quieres callarse? Son las cuatro de la madrugada y tenemos un bebé en casa, no es hora de hacer puercadas—Dije furioso.
—Relájate, papá, diviértete una vez en tu vida—Habló Rebecca. Mi oído se agudizó y escuché a Cath llorar—. ¡Lárgate sí no quieres divertirte con nosotros!
—Solo cállense, ¿sí? Yo sí me preocupo por ser un buen padre—Dicho eso salí de la cocina.
—¡Bien, adiós, disfruta de tu paternidad falsa!—Gritaron detrás de mí.

Mi mente estaba llena de coraje y tristeza, Harry permitía que esa víbora hiciera un desastre en la cocina, calmé a Cath y estuve cantándole canciones de cuna hasta que volvió a caer dormida.

Al igual que Cath el sueño me ganó y me quedé dormido, gracias a Dios no volví a escuchar un ruido y Cath tampoco.

Cuando el sol volvió a salir eran las 10:00 a.m. cuando Cath se despertó y exigió comida.

—Bien, ¿tienes hambre, pequeña? Eres una comelona como yo—Le decía mientras acariciaba su cara y la hacía reír.

Al entrar a la cocina me llevé la desagradable sorpresa; la cocina estaba echa un vil desastre, al parecer hace unas horas que hicieron su desmadre Harry y Rebecca no se dignaron a recoger ni una cáscara de huevo. Enojado llevé la silla de Cath al comedor y la limpie con un trapo, la aseguré bien a la silla y corrí a la habitación de Harry.

Gracias a Dios Harry estaba solo, me acerqué a su ventana y abrí la cortina, el sol entró sin vergüenza, quité la sábana y colcha que cubrían a Harry.

—Levántate—Dije serio, dormía como un tronco—. ¡Styles levántate!
—¿Qué quieres? Es muy temprano—Dijo buscando las sábanas.
—No me interesa que sea demasiado temprano, quiero que vayas a limpiar la cocina, ¡ahora!—Grité lleno de rabia.
—¡No me grites, carajo! Si tanto quieres la maldita cocina limpia, ¡límpiala tú, cabrón!—Gritó levantándose de la cama.
—¡No es justo, Eduardo! Te la pasas de fiesta, nunca me ayudas a cuidar a Cath, ¡no puedo hacerlo todo yo solo!—Grité, sentía la cara caliente.
—¡Tú fuiste el imbécil que decidió hacerse cargo de ese estorbo, no yo! Es tu maldita responsabilidad, a mí no me metas—Gritó mirándome a los ojos.

Sentí como el cuchillo entraba a mi ser. Nunca me había sentido más decepcionado de alguien.

—Solo ve a limpiar la cocina, la dejaron echa todo un chiquero—Respondí—. Que sea la última vez, Harry.
—También es mi casa, Niall, puedo hacer lo que quiera en la cocina—Habló, solté una risa.
—Bien, espero los 50,000 dólares a fin de mes, que es solamente lo que cuesta la renta de tu casa—Dije y salí dando un portazo.

Cath lloraba en el comedor sin consuelo alguno, corrí hasta ella y la calmé un poco.

—Tranquila, Cath, ya pasó—Hablé arrullándola en mis brazos.

Todo se estaba yendo a la mierda...

Papás Sustitutos.  •Narry Storan•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora