Doce

743 83 22
                                    

El día comenzaba y el mes finalizaba, no me había atrevido a regresar a aquella clínica de rehabilitación, estaba confundido y prefería seguir así. Total, después de un tiempo te acostumbras.

Las cosas estaban empacadas y ya iban camino a Dublín. Veía por última vez aquel departamento que fue víctima y juez de tantas cosas; tantos años, tantas tonterías y tantas cosas serias a la vez. Aquel departamento realmente era mi hogar, no quería irme porque sabía que no me iba completo; dejaba una gran parte de mi aquí. Aquí en Londres; aquí dejaba todo.

Pero tenía que hacerlo.

Dejé salir un suspiro y cerré la puerta con llave, jamás volvería a ese lugar... o al menos no en un buen rato.

Sentí la mano de Mariell sobre mi espalda, recargué sobre la puerta de madera mi frente y suspiré; había sido fuerte toda mi vida, no podía desmoronarme ahora.

Me incorporé y le sonreí lo mejor que pude, tomé a Catherine en mis brazos y caminé junto a Mariell por todo el corredor hasta el ascensor. Por fin teníamos ascensor de nuevo.

Y por más extraño que fue me despedí de Odiseo y él me dijo que me extrañaría. Al igual que a Cath. Le entregué mis antiguas llaves y partimos. Subimos a un taxi con destino al aeropuerto.

—Todo irá bien, Niall, capaz y estando allá casi no recuerdes aquí—Me dijo Mariell cuando el auto ya estaba en marcha.
—Tienes razón—Le mentí, para nada era cierto lo que me decía.

Después de un largo viaje en aquel viejo auto pagué y bajé con mi hija en brazos, hoy era su cumpleaños y la pasaría en un avión y entre cajas de mudanza.

—Pasajeros con destino a Dublín, Irlanda, favor de abordar—Se escuchó en el aeropuerto.
—Es hora—Dije. Mariell asintió y abordamos el avión.

El viaje fue corto y tranquilo, al llegar a Dublín bajamos del avión y esperamos nuestro equipaje en el área correspondiente.

—Muchas gracias por venir a ayudarme con la mudanza—Le dije a Mariell cuando ya salíamos del aeropuerto.
—Todo por ti, aparte sé que no podrías tú solo—Dijo sonriendo.

Tomamos de nuevo otro taxi y dimos la dirección de la nueva casa. Después de pagar una suma de dinero nada barata llegamos a nuestro nuevo hogar; al menos para Cath y para mí.

::::::

Corría por las calles de Dublín con Cath riendo en mis brazos; le parecía divertido que no encontraba su guardería y que ya iba tarde a mi primer día de trabajo.

Después de dos minutos corriendo y buscando el lugar más «confiable» de todo el centro de Dublín. Entré al gran local y casi atropello a un pequeño niño que corría por todos lados, busqué con la mirada a alguien que pudiera estar encargada del lugar.

—¡Hola, buenos días!—Le grité a una señora para que me escuchara.
—¡Buenos días!—Dijo con una gran sonrisa.
—¿Le puedo dejar a usted a mi hija?—Pregunté, ella asintió.
—Solo dígame su nombre y el de la niña—Me dijo recibiendo a Cath en brazos y colgándose en un hombro su pañalera.
—Yo soy Niall Horan y ella Catherine Horan—Le dije con prisa, la señora asintió y salí disparado a mi auto.

Conduje hasta el lugar en dónde se llevaría a cabo la construcción del edificio.

—¡Hey, Niall, llegas tarde!—Me gritó Louis en cuanto me vio.
—¡Lo sé, sé usar los relojes!—Le dije en tono burlón y le saludé; éramos muy buenos amigos.
—Muévete, rubio falso, los dueños acaban de llegar—Dijo guiándome por el terreno.
—¡Arquitectos! Vengan acá—Habló uno de los inversionistas.
—¿Cómo está, señor?—Preguntó Louis.
—¡Excelente! Bien, voy a dejar que ustedes hagan lo suyo con esto... ya saben, cosas de arquitectos—Dijo y con una gran sonrisa se fue dejándonos solos con unos cuantos albañiles y chalanes.

Louis y yo nos echamos a reír, aquel señor era tan millonario que la cabeza no le funcionaba como era debido.

Louis y yo comenzamos a medir y empezar los planos con características similares a los de Londres; solo que ahora la estructura tendría más soporte y era más posible lograr un récord.

Aunque sea uno pequeño.

La mañana se nos fue como agua en manos al igual que la tarde, estábamos tan concentrados en aquellos planos que no nos dimos cuenta de cuan tarde era.

Mi teléfono comenzó a vibrar y primero pensé en no contestar, pero de último momento lo hice.

—¿Bueno?—Contesté.
—Buenas tardes, señor Horan, llamamos de la guardería Dublín, hace una hora y media que debió haber pasado por su hija; Catherine Horan—Escuché aquella voz desconocida y mi mente hizo click.
—¡Por Dios, por supuesto, voy para allá!—Dije y colgué.

Tomé mi saco de una de las sillas al igual que todas mis cosas.

—¡Louis, tengo que irme!—Grité para que me hiciera caso.
—¿Por qué?, ¿qué pasó?—Preguntó asustado.
—¡Nada! Solo que olvidé recoger a Cath de la guardería—Le dije deteniéndome un momento.
—¡Te acompaño!—Me dijo siguiéndome.

Conduje con Louis de copiloto y la radio. La guardería estaba aún abierta, me estacioné justo en frente y entré a la guardería con Louis detrás.

—¡Mil disculpas!—Dije tomando en brazos a Cath, tomó con sus manitas mis mejillas, Louis tomó la pañalera.
—Señor Horan, como toda institución tenemos reglas que los padres deben cumplir y la primera es la puntualidad. Si esto vuelve a pasar dos veces más tendremos que negarle nuestro servicio—Me dijo una señora bastante mayor.
—Entiendo, entiendo... solo que estuve trabajando todo el día, no volverá a pasar—Dije con una sonrisa, salí de ahí con mucha vergüenza.
—Viejas amargadas—Dijo Louis cuando me vio salir—. ¿Por qué no consigues una niñera independiente?
—No he tenido cabeza para nada—Dije abriendo el coche y asegurando a Cath en su asiento especial.
—Niall... sé que esto debe ser duro; ya sabes, tener que dejar al amor de toda tu vida en una clínica de rehabilitación—Dijo haciendo una mueca.
—No sabes cuánto—Dije viéndolo a los ojos.
—¿No crees que hubiera sido mejor que lo vieras antes de venirte?—Dijo entrando al coche igual que yo.
—Si hubiera echo eso no estaría aquí—Dije arrancando el auto.
—Si su destino es estar juntos lo estarán... tarde o temprano—Dijo sonriéndome. Se volteó hacia Cath y le hizo una mueca para que ella riera—. ¡Cath, primor mío! ¿Quieres dulces? El tío Louis tiene unos cuantos para ti.
—¡No, Louis, la vas a volver loca con tanta azúcar!—Grité como buen padre.
—Cállate, amargado. Toma Cath, una pequeña paleta—Dijo sonriendo.

Papás Sustitutos.  •Narry Storan•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora