Veintiocho

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Mi cabeza me martilleaba y no sabía porqué, no había tenido una borrachera en años y no había bebido nada la noche anterior.

Me llevé una pastilla a la boca y la tragué, sentí el asqueroso sabor en mis papilas gustativas e hice una mueca de disgusto. Cath se comenzó a reír.

Le di de desayunar y la vestí con unos pants color azul marino, una blusa de manga larga color gris con estampado en el frente, encima le puse una chaqueta color blanco y puntos azules, unos tenis converse blancos y recogí su cabello en una bonita coleta alta.

Veía como Cath corría por toda la sala detrás de Tin Tín, yo tocaba las cuerdas de mi guitarra y cantaba un poco, la tele sonaba con las noticias de fondo, pero nadie les ponía atención.

Tocaba las partituras que tenía enfrente y Cath acariciaba al pequeño perro, apagué la televisión y en ese momento escuché como un plato se rompía en la cocina, dirigí mi vista hasta la cocina, pero no vi nada. No había nadie más en la casa más que Cath y yo. Dejé la guitarra a un lado y la pequeña corrió hasta mí y la pasé detrás de mi cuerpo.

—Quédate aquí, Cath—Le dije y caminé hasta la cocina.

Esperaba encontrarme un ladrón o algún fantasma que solo quiera asustarnos, imaginé todas las posibilidades, excepto el que pudiera ser un gato.

Y ahí estaba un gato de pelaje tricolor sentado sobre el lava platos, se lamía las patas y me veía.

Dejé salir un suspiro y me reí.

—Cath, ven—Le grité y la pequeña apareció de inmediato.
—¡Gatito!—Gritó con emoción cuando lo vio.

Caminé lento hasta él y lo tomé con las manos, esperaba que saliera corriendo por la ventana y no volverlo a ver, pero no. Acaricié el suave pelaje y me puse de rodillas para que Cath hiciera lo mismo.

—¿Qué te parece si no lo quedamos?—Le pregunté y ella asintió feliz.

Cerré la ventana y llevé al gato hasta la sala, pensé en darle comida, pero no tenía nada.

Ni siquiera comida para el perro.

—Vamos al súper, Cath, trae tu chamarra—Le dije y corrió hasta por ella.

La abrigué y le puse unas orejeras. Estaba tomando las llaves del auto cuando el timbre sonó.

—¡Yo!—Gritó Cath y corrió hasta la puerta.
—¡Catherine, ven acá!—Le grité y se detuvo—. ¿Qué te he dicho? Tú no puedes abrir la puerta sola.

La niña solo me miró y asintió. Caminé hasta la puerta y la abrí; frente a la puerta me encontré a Louis, le sonreí y él hizo lo mismo.

—¡Hola! ¿Van de salida?—Preguntó, me hice a un lado para que pasara.
—Vamos al súper, ¿nos acompañas?—Le pregunté y asintió.

Salimos de la casa los tres juntos y nos subimos a mi auto. Llegamos al súper y tomamos un carrito de la entrada, senté a Cath dentro de éste y entramos a la tienda.

—¿Qué van a comprar?—Preguntó Louis.
—¡Comida para Tin Tín y el gato!—Contestó Cath por mí.
—¿Tienen un gato?—Asentí—. ¿Desde cuándo?
—Desde hoy, lo encontramos en la cocina—Le dije sonriendo.
—A este paso vas abrir un refugio para animales—Dijo y los dos nos reímos.

Papás Sustitutos.  •Narry Storan•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora