Veintiuno

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—Me alegro de haberte visto—Le dije mientras salíamos del restaurante, el pensar que sería la última vez que nos veíamos me partía en dos.
—Digo lo mismo, ¿vienes en auto?—Preguntó parándose en la acera.
—No, pediré un taxi—Le dije sonriendo.
—Oh, en ese caso déjame llevarte—Me dijo sonriendo aún más.
—No es necesario, pero gracias—Contesté, saqué mi teléfono de mi pantalón.
—No aceptaré un no, solo acompáñame al hotel por mis llaves, salí de prisa—Dijo, no tuve más opción que seguirlo.

Caminamos en silencio hasta el hotel, le mencionó a la recepcionista que solo lo acompañaría por algo, ofrecí el quedarme abajo y esperarlo, pero Harry se negó.

Lo seguí hasta el elevador e indicó su piso al aparato de metal; ninguno de los dos decía ni pío, comenzaba a sentirme incómodo y fuera de lugar. Prácticamente estaba con un desconocido, con un nuevo Harry.

El elevador se detuvo y abrió sus puertas al compás, salí primero que él y lo seguí por el pasillo hasta la habitación número 129.

—Deben estar por aquí—Dijo entrando a la habitación—. Cierra la puerta.

Cerré la puerta detrás de mí y observe la habitación con cuidado; era grande y muy lujosa.

Observé como Harry se movía de un lado a otro buscando las mentadas llaves, comenzaba a desesperarme y pensar que no había tales llaves.

—Puedo irme por mi cuenta, en serio—Le dije recargado en un mueble de madera oscura.
—No, no dejaré que te vayas—Dijo, dejó de lado su búsqueda de las llaves perdidas.

Se acercó a mí y me acorraló entre el mueble y él, puso sus manos en mi cadera y acercó su cara a la mía.

¿Qué diantres estaba haciendo?

—Harry...—Le llamé intentando quitarlo de encima.
—Por una vez en tu vida cierra la boca y déjate llevar—Me dijo y me selló la boca con un beso.

No podía cerrar los ojos y solo «dejarme llevar» tenía que volver al hotel, a Londres e intentar olvidarme de él y acostándome con él solo empeoraría las cosas.

—Harry, por favor...—Susurré bajo sus labios.
—Niall, no lo arruines—Suplicó, sentí como sus manos bajaban hasta mi trasero y las movía con brusquedad.
—Mierda, Harry, me vas a acabar las pocas nalgas que tengo—Dije luchando contra sus violentos movimientos, solo escuché como reía.

Dejé que sus manos se llevaran lo último de mis nalgas y enrosqué mis brazos en su cuello, profundicé el beso y dejé que su lengua atacara mi boca, nuestras lenguas se movían al compás de cada una, parecía que lo hacíamos diario.

No parecía para nada una primera vez.

A este punto ni el mismísimo Dios podía pararnos, la erección en mi amigo dolía tanto que necesitaba que ya me bajara los pantalones, pero a Harry realmente le gustaba atacar mi boca a besos.

Llevé mis piernas a su cadera y las enrosqué de un brinco, Harry me sujetó por el trasero y caminó a tropezones hasta la cama, se sentó aún conmigo encima y sin cortar el beso desabotoné su camisa, mis dedos de por sí eran torpes y temblorosos, en esta situación apenas y podía controlarlos.

Le saqué la camisa a Harry y el hizo lo mismo con la mía, me despegué de su boca y llevé la mía hasta su cuello, durante años había soñado con morder y marcar aquel largo y deseado cuello, escuchaba como Harry soltaba jadeos por cada beso y lamida que le regalaba.

—Te deseo tanto...—Susurró en mi oído, me ericé como gato.
—Mierda... cállate y métemela ya—Le susurré besándolo con desesperación.

Papás Sustitutos.  •Narry Storan•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora