Veintiséis

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Me desperté por los jalones que mi madre le daba a mis piernas, me desperté asustado gritando el nombre de Cath, escuché la risa de mi madre a todo volumen.

—¡Ma!—Grité dejándome caer de espalda al colchón.
—¡Hubieras visto tu cara, James!—Me gritó y siguió riéndose, Cath entró al cuarto con Tin Tín a su lado.
—Hola abuelita—Saludó Cath y mamá la cargó en brazos.
—Niall; báñate y vístete, no quiero que pierdan el avión, yo ayudaré a Cath—Dijo mirando a Cath, ella reposaba su cabeza en su hombro.
—¿Acaso ya no nos quieres aquí?—Le pregunté sentándome en la cama, revisé mi teléfono.
—No es eso, pero ya gastaste dinero—Me dijo y salió de la habitación con Cath y el perro detrás.

Me levanté y prendí en aleatorio la música de mi teléfono, me duché y vestí con algo cómodo para viajar, peiné y sequé mi cabello con ayuda de un peine y la secadora de mi madre.

Salí del cuarto dejando la música encendida y caminé al cuarto donde Cath y mi madre estaban. Cath ya estaba lista para irse, vestía unos jeans de mezclilla, un abrigo color gris con una blusa de manga larga color blanca debajo, unas botas color negro y de ellas salían un par de medias altas color gris —más oscuro que el abrigo— y tenía su cabello echo una trenza.

—Eres la princesa más bonita de todas—Le dije abrazándola.
—Pero no tengo corona... ¡ni vestido!—Chilló.
—Eso no importa, Cath, aún así eres una bonita princesa—Le dije besándole toda la cara, ella reía por ello.
—Tin Tín es mi príncipe—Dijo corriendo hasta el perro, lo abrazó y el perro se retorcía bajo el cariño de Cath.

Mis padres nos despidieron fuera de la casa al igual que mi hermano, subí las maletas al auto y ajusté a Cath en su asiento especial, Tin Tín iba acostado a su lado, al parecer el era cómodo para él.

Arranqué el auto y vi por última vez mi casa, mis seres queridos y aquellas calles que me vieron crecer por más de 10 años.

—Cath, ¿no te gustaría vivir aquí?—Le pregunté.
—¿Sin el tío Louis? ¡Jamás!—Gritó sonriendo grande.
—Tienes razón...—Le dije y sonreí. ¿Qué sería de nosotros sin Louis?

Seguí manejando y velando a Cath cada cierto rato, iba dormida al igual que el perro, rezaba con fuerza para que Tin Tín no se orinara o Cath vomitara el desayuno.

Después de 9 largas horas en carretera y varias paradas para contestar las infinitas llamadas de Louis y confirmarle que estábamos bien regresamos a nuestro bello Londres.

La calle estaba iluminada por las farolas y los clubes / bares que apenas iniciaban la jornada. Cath comenzaba a molestarse por el cansancio y hablaba con el perro de cosas raras. Le preguntaba cosas y fingía la voz del animal.

Aparqué fuera de nuestra casa y bajé a Cath del auto, abrí la casa a oscuras y encendí las luces del recibidor, todo estaba exactamente como lo habíamos dejado.

Cath entró con Tin Tín en brazos y lo soltó en el piso cuando ya estuvimos adentro, volví al auto por nuestras maletas y lo cerré a llave.

Cath subía las escaleras con el perro detrás, batallaba un poco, pero intentaba seguirle el paso a la niña. Subí las maletas y desempaqué todo: guardé lo limpio y lo sucio al cesto. Le puse la pijama a Cath y bajamos a cenar.

Me preguntaba si Louis quería pasar el rato con nosotros, dudé un poco en llamarlo, siempre estábamos encima de él y no quería que se aburriera siempre de lo mismo.

De nosotros.

Le hice a Cath un pan con mermelada y mantequilla de maní. Lo comió llenándose la cara de mermelada y el maní, me reía y la limpiaba con toallitas húmedas. A Cath realmente le entretenía estar llena de comida por doquier.

Papás Sustitutos.  •Narry Storan•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora