Capítulo 40

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POV NAJIMA:

La época de exámenes cada vez quedaba más cerca y decir, que me daba pereza ponerme a prepararlos, se quedaba corto.

Hoy era domingo por lo que no tenía nada en especial que hacer, no había clases ni trabajo por lo que pensaba pasármelo en la cama, con algún que otro libro mientras fingía mucha concentración, con tal de que mi madre no me mandase ninguna tarea de casa para ayudarla. Yo tenía mucho que estudiar.

Además hacía mucho frío y tampoco me apetecía salir de mis mantas, donde estaba bien calentita y a gusto. La puerta de mi habitación se encontraba cerrada por lo que dejé el libro que sostenía, sobre mi regazo y estiré mi brazo para alcanzar mi móvil. No tenía ningún mensaje y a decir verdad me apetecía mucho hablar con Mimiha ya que ayer, apenas sí pudimos intercambiar un par de frases porque la clientela fue demasiado abundante y no tuvimos tiempo. Pero era demasiado orgullosa para comenzar yo la conversación, aunque sí que medité la posibilidad puesto que el aburrimiento también estaba pudiendo conmigo.

-Oye, Najima, cielo. –mi madre abrió la puerta de mi cuarto y, por mucho que intenté recuperar el libro y dejar el móvil en su sitio, fracasé. El móvil se me cayó al suelo y el libro se fue lejos de mi alcance. Le sonreí como si no hubiera pasado nada y esperé impaciente a que me dijera lo que quería. –Como veo que no estás haciendo otra cosa sino el vago, te vas a levantar y le vas a mandar un recado a tu tía.

-¿¡Qué!? No mama, no puedo. Tengo que estudiar. –me excusé.

-Te acabo de ver con el móvil y podría jurar que en toda la mañana no has estudiando todavía nada. –pues estaba en lo cierto pero no pensaba admitirlo. Eso iría en mi contra.

-Que si que he estado estudiando. –mentí.

-Vale me parece muy bien porque es lo que has tenido que haber estado haciendo.

-Pues por eso, ahora voy a seguir.

-Najima, te he dicho que vas a ir a llevarle un recado a tu tía y se lo vas a llevar.

-Jo mamá. ¿Por qué no se lo pides a Nassim?

-Tu hermano está con fiebre en la cama. –oh... mira el desgraciado, no ha visto mejor momento en donde ponerse enfermo.

-¿Y papá? –pregunté en un último intento, se me acaban las opciones y me veía yendo al final yo.

-Tu padre ha salido hace un rato.

-Pues llámale y dile que vaya él.

-¡Najima te he hablado así que levántate! –y a mi madre ya se le había acabado la paciencia. Refunfuñé por lo bajo y para que mi madre no me llegara a entender y retiré las mantas para salir de la cama.

Lo primero que hice fue ir a la habitación de Nassim para ver que, efectivamente estaba enfermo. Entré y me acerqué a su cama para colocarle una mano en la frente. Él se sobresaltó ante mi toque, pues mis manos estaban frías comparadas a la temperatura a la que se encontraba él. Estaba literalmente ardiendo y por un momento sentí pena.

Pero solo por un momento pues ahora sabía que por lo menos durante un par de días no se le vería la cara por la casa y tampoco molestaría. ¡Qué alegría! Sonaba muy mal eso, y más proviniendo de la que era su hermana pero es que realmente me era un alivio. Era horriblemente molesto.

Aún así tuve la consideración de ir a volver a mojarle la toalla que mi madre le había colocado en la frente en un intento de bajar un poco la fiebre, y se lo volví a colocar.

Salí después de eso y me dispuse a vestirme bien abrigada para ir a darle el dichoso recado a mi tía.

Me calcé unas botas altas y me coloqué mi chaquetón.

Fue cuando se me ocurrió la maravillosa idea de ir en coche, el problema era que ya no tenía pero... podría aprovechar el estado en el que se encontraba mi querido hermano y tomar prestado el que, meses atrás, compartíamos.

Volví a su habitación para buscar, más o menos con disimulo, las llaves del coche. No podía encender la luz porque entonces me vería que estaba buscando algo, la persiana también estaba bajada y las cortinas echadas. Parecía estar en una maldita cueva y el olor pestilente ayudaba mucho a la simulación.

Tanteé por la mesita de noche que estaba al lado de la cama y no conseguí nada a parte de tirar un par de cosas a mi paso que no supe identificar.

-¿Najima? –se debió de haber dado cuenta de mi presencia gracias a mi increíble habilidad de ninja.

-¿Nassim? O sea... si... ¿Estás mejor? ¿Cómo te encuentras? –Dios... creo que más boba y no nacía. Por primera vez agradezco encontrarme a oscuras porque de este modo no podía ver mi cara, que de ser lo contrario me habría delatado, suponiendo lo mucho que se me notaba al mentir.

-Sigo igual... -tenía la voz pastosa y ronca. -¿Qué haces aquí otra vez? –recalcó las dos últimas palabras más de lo necesario.

-Nada en especial, solo... solo venía a ver a cómo seguías.

-Najima, que estoy enfermo pero no tonto.

-Encima que me preocupo... menudo cara dura estás hecho.

-¡Najima! ¡Date prisa, ¿Dónde estás?! –se escuchó la voz de mi madre a lo lejos.

-¡Ya voy! –al final salí resignada de la habitación por no haber conseguido mi propósito. Voy a ahorrar más para poder comprarme mi propio coche.

Tomé mi bolso y tras colgármelo en el hombro fui a donde mamá para que me diera aquello que me hizo levantarme de mi cómodo asiento.

Cuarenta y cinco minutos después me encontraba frente al edificio en el que residía mi tía. Soplaba un viento gélido que me estaba congelando la cara, sobre todo la nariz. Me apresuré a entrar en el portal aprovechando que la puerta de este había sido abierta por un hombre que salía. Este me dedicó una mirada curiosa que rápidamente apartó para que, después, cubriese con unas gafas oscuras.

¿Por qué se ponía unas gafas de sol si este no se había asomado de entre las nubes en toda la semana? Menudo ser más raro.

Y es que además de raro era muy atractivo aunque algo bajito, sin embargo, su mirada oscura y penetrante se me hizo demasiado familiar. Ignoré al... pues al ser que acababa de salir y me colé en el portal del edificio antes de que la puerta se cerrara.

Miré al ascensor y dudé si usarlo o mejor subir por las escaleras.

¿Escaleras... o... ascensor?

¿Ascensor... o... escaleras?

¡Ascensor por supuesto!

Entré en el estrecho aparato y miré los botones, un poco dubitativa.

¿En qué piso era que vivía mi tía?

¿En el cuarto o en el quinto?

¿¡El día de hoy iban a ser todo dudas o qué pasa!?

Pues el quinto iba a ser.

Me apresuré en salir cuando el ascensor abrió sus puertas y me dirigí a la entrada de casa que portaba la letra "D"

Eso sí que lo tenía claro.

Toqué el timbre un par de veces ya que, mi tía, no se dignaba a abrirme y, por fin, a la cuarta vez que pité, escuché pasos acelerados al otro lado y la puerta abrirse.

-Salam mu3ali...

¡¡Oh santa mierda!!

Definitivamente el piso de mi tía era el cuarto y no el quinto.

Tenía ganas de darme con la cabeza en la pared.

¡¡Solo a mí me pasa esto!!

Najima VS MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora