Capítulo 37

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POV MOHAMED AMIN


La tarde transcurrió entre miradas y sonrisas cargadas de ironía. Intentaba ignorar las mariposas en el estómago que me producía su simple presencia, pero era complicado, pues no habían desaparecido desde que había llegado. Era bastante notorio su cambio de actitud hacia mí. No me había insultado en lo que llevaba la tarde y eso era ya mucho decir.

Empezó a sonar una canción en inglés que se me hacía muy conocida aunque no entendía muy bien lo que decía, le subí el volumen y me fijé cómo Najima empezaba a mover su cuerpo disimuladamente. Solté una risita por lo bajinis y me dispuse a cobrarle al señor que se acercaba a caja.

-¿Los puedo cambiar si no le vienen a mi nieto? –me preguntó el anciano.

-Claro. Siempre y cuando tenga el ticket. Tiene un mes, los primeros quince días con posibilidad de devolución del dinero.

-Vale.

-Pues son 15.80€

-Tenga. –me entregó un billete de veinte y le devolví el cambio. Así pasó el día, llegando, nuevamente la hora de cerrar. Hoy se me había pasado más rápido que de costumbre.


-¡Dios...! Me duelen los pies... -la escuché quejarse.

-¿Y eso?

-Estos zapatos son muy incómodos. No me los vuelvo a poner al trabajo. –se quitó la bota y se frotó un pie por encima del calcetín.

-¡Buf! Devuélvete el zapato. Apesta. –exageré la expresión llevándome mis dedos a la nariz. Ella me miró achinando los ojos y con cara de pocos amigos.

-Que te lo tiro a la cara eh. Y así percibirás el olor mucho mejor.

-Oferta tentadora, sí. Pero la voy a tener que rechazar. Ya sabes, es cosa de principios.

-Qué principios vas a tener tú. –se volvió a calzar la bota y se levantó del taburete en donde estaba sentada y puso sus brazos en la cintura.

-Tengo mucho.

-Dime uno por ejemplo.

-No oler los zapatos de los demás. –ella soltó una carcajada.

-No tienes ni idea de lo que es tener un principio.

-A ver chica universitaria. Dime qué es tener un principio.

-No soy tu diccionario parlanchín. Si quieres saberlo te metes en Google. –me quedé callado, solo la miraba, repentinamente serio.

-¿Existen diccionarios parlanchines? –me miró con sorpresa.

-¿Estás de broma?

-No, te lo pregunto enserio.

-Creo que sí. Yo que sé.

-Lo voy a buscar en Google. –me acerqué al ordenador y tecleé "diccionarios parlanchines" bajo la mirada atenta y curiosa de Najima. Lo primero me cambió lo de parlanchines por parlantes y luego salieron bastantes enlaces de diccionarios on-line. Pero eso no era lo que yo buscaba. Eso obviamente, sabía que existía pero yo me refería a en físico.

Pero no me salía nada de eso. Ni siquiera en Amazon por lo que di por seguro de que aquello no existía.

-No existen.

-¿Qué dices? ¿Enserio? Pues yo pensaba que sí.

-Pues no. Bueno, ahora ya sabes qué inventar.

-¿Inventar? ¿Quién te ha dicho que yo quisiera inventar? –me encogí de hombros. –Si quieres algo, se espera a que los demás lo hagan. Tarde o temprano se inventará.

-Menudo lema de vida.

-A mí me sirve. –se encogió esta vez ella de hombros. –Bueno que deja esa tontería y vámonos que yo tengo un trabajo pendiente que terminar.

-¿Ese por el que te desvelaste ayer?

-Ese mismo. –se volvió a sonrojar, igual que antes, y apartó su mirada de la mía.

-Vale. –mejor no comentárselo y hacerla sentir incómoda. Cerré la tienda y ella esperó hasta que yo lo hiciera para musitar por lo bajo un "Adiós"

Yo, por lo contrario le sonreí y caminé en su dirección.

-Vamos. –la incité.

-¿Qué? Tú vas por la otra calle.

-Pues hoy me voy a ir por aquí.

-¿Por qué? –frunció su ceño levemente, confundida.

-Porque por aquí me pilla más cerca mi casa. Iba por el otro lado y eso me llevaba un cuarto de hora más de trayecto. –me miró asombrada.

-¿Y por qué hacías eso?

-No quería irme contigo por la calle hacia la misma estación. –una mueca de indignación cruzó su rostro. –No, a ver no lo malinterpretes. Lo hacía por ti, pensé que te resultaría muy incómodo y que a lo mejor no te haría gracia. Y luego ya fue costumbre y porque realmente te me hacías insoportable.

-Pues...eh... ¿Gracias?

-Pues...eh... ¿De nada? –soltó un pequeña carcajada y nos pusimos en marcha.

-¿Ahora ya no te soy insoportable?

-Ahora, digamos que... algo menos. –me dio un codazo y sonrió. Le correspondí al gesto sintiéndome muy a gusto.

No hablamos mucho durante el trayecto, nos sumimos cada uno en nuestros pensamientos y un cómodo silencio se instaló en el ambiente.

Bajamos por las escaleras mecánicas colocándome un par de peldaños por debajo para quedar a la misma altura.

-¿Cómo es que eres tan alto? –me preguntó recorriéndome con la mirada de abajo hasta arriba consiguiendo erizarme la piel con solo ese gesto. Yo me encogí de hombros.

-Toda mi familia lo es. Entre ellos, yo soy uno de los más bajitos.

-¿Uno de los más bajitos? –me miró con asombro y incredulidad. –Joder, no me imagino cómo serás los demás. –yo solo le sonreí.

-Bueno, yo me voy por la izquierda. –le dije una vez pasado el control.

-Yo por la derecha. –me sonrió ampliamente. –Adiós.

-Suerte con el trabajo. –le guiñé un ojo y nos separamos.

Una vez debajo de la estación, nuestras miradas se volvieron a encontrar y nos volvimos a sonreír divertidos. Para su línea quedaban dos minutos y para la mía, siete.

Cuando se escuchó el ruido del vehículo anunciando su llegada y buscó con la mirada y coincidimos, pues yo no había dejado de mirarla, me volvió a sonreír y me saludó con la mano en forma de despedida y justo nuestras miradas fueron separadas por el metro que recién llegaba.

-Adiós... -susurré y luego negué con la cabeza. Esto parecía una despedida de no volver a verte cuando al día siguiente volveríamos a coincidir.


Najima VS MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora