Capitulo 11

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Mohamed Amin se había estado comportando de una manera totalmente diferente a como se había mostrado el primer día. Era una persona tranquila, demasiado para mi gusto, llegaba siempre diez o quince minutos antes de abrir por las tardes. Me saluda con un "salam mu3alaikum" y pocas palabras intercambiábamos a lo largo de la jornada. Cuando llegan las ocho y media me ayuda a limpiar y a ordenar la tienda para cerrar y despedirnos con un "hasta mañana" o "adiós" y cada uno tomaba un sentido de la calle.

Vestía con mucha sencillez pero todo le quedaba bien, o al menos esa era mi opinión. Su cuerpo lo cuidaba bastante bien a diferencia de su pelo que nunca lo tenía bien peinado, siempre alborotado y mal. No se solía dejar barba pero durante la última semana se la había dejado crecer lo cual, le favorecía demasiado. Yo intentaba actuar de la manera más natural que podía frente a él pero normalmente el cosquilleo siempre estaba presente y eso me fastidiaba.

Hoy era domingo y solo abríamos por la mañana por lo que hoy no iba a venir. Me levanto con pocas ganas de ir a trabajar, anoche me había acostado muy tarde y ahora estaba más cansada que cuando me había tumbado en la cama.

El olor a café invadió mis fosas nasales y me precipité en terminar de vestirme para ir a tomar una taza bien humeante que consiguiera despertarme.

-Nassim me llevo el coche. –le dije sin mirarle siquiera.

-Está en la calle del Mercadona. –me contestó pasota y medio dormido. No entiendo qué hace despierto a estas horas estando de vacaciones y sin nada que hacer. Le miré extrañada.

-¿No me vas a poner ninguna excusa? –alcé una ceja.

-Mira que hoy no estoy de humor eh...si lo quieres coger ya te he dicho dónde le dejé aparcado y si no me dejas en paz y te vas un poco a la mierda...

-¡Nassim! –le llamó la atención mama cuando soltó lo último. ¿Y a este qué bicho le había picado?

Se cogió su tazón con cereales y salió de la cocina sin añadir nada más.

-¿Sabes lo que le pasa mamá?

-Ya sabes cómo es Nassim hija. Alguna discusión con alguien de sus amigos seguro.

-Ah...-asentí no muy convencida. De todos modos me daba igual.

-Cariño apresúrate que si no llegarás tarde a trabajar.

-¿Qué hora es?

-Las ocho y media.

-No, voy bien de tiempo. Tardo quince minutos en coche.


                                                                                            ***


Me precipité en abrir ya que al final tardé media hora en llegar por el tráfico que había y ya eran casi las nueve y cuarto. A primera hora de la mañana no solía venir mucha gente pero hoy parecía la excepción porque nada más encender las luces y acomodar un poco las cosas entraron un grupo de chicas.

-Hola. –saludaron casi todas.

-Buenos días chicas. –les respondí y volví a lo que estaba, personalmente no me gustaban las dependientas que están encima de ti en todo momento insistiendo en ofrecer su ayuda por lo que yo me negaba a ser una de ellas. Los clientes entraban, miraban y se querían comprar lo hacían y si no les gustaba nada se iban y ya, además tienen boca y saben hablar así que si necesitan algo podían venir y preguntar.

Así de sencillo.

Y parecía que las chicas que acababan de entrar eran de las que tenían boca y sabían hablar porque llamaron mi atención y se daban empujones para que alguna de ellas se animara a hablar.

Yo las miraba con una sonrisa que estaba siendo cada vez más forzada porque me estaban estresando.

-¿Hoy no viene el otro chico que trabaja aquí? –con que era eso...idiotas.

-No. Los domingos no viene y menos a estas horas.

-¿Le podrías dar esto de parte nuestra? –me tendieron una hoja doblada por la mitad.

-¿De parte de todas vosotras? –la cogí dubitativa.

-Sí. –me respondió una pelirroja que hasta el momento no me había dado cuenta de su presencia.

-Y qué le digo. ¿De parte de un grupo de chicas?

-Tú dale eso que él entenderá. –me miró con un aire de suficiencia. Yo las miré alzando ambas cejas.

-Aha...-volví a doblar la hoja y la metí en el bolsillo de mis vaqueros. –Mañana cuando le vea yo se la doy.

-Gracias. –dijeron al unísono. Ya estaba empezando a pensar que no se iban a ir pero al final después de unas risillas se despidieron y yo les despedí con un "adiós" más cortante de lo que pretendía.

Nada más hubieron abandonado el lugar me precipité en sacar y desdoblar la hoja que minutos antes me había guardado en el bolsillo.

Había escrito siete nombres y al lado de estos un número de teléfono, debajo de todos estos datos en una letra en mayúscula y en rosa aparecía un "llámame"

¿Estaban de broma? ¿A quién de las siete se suponía que tenía que llamar? Pobres retrasadas...y sobretodo necesitadas.

Volví a doblar la hoja y ante mí se alzó la vista de la papelera. Idea tentadora se cruza por mi mente pero niego con la cabeza y me pongo a lo mío. El día transcurre realmente aburrido, odio los turnos de mañana, sola y con nadie con quien hablar. Con Mohamed Amin tampoco es que hablo mucho pero no es lo mismo, la tarde se me pasa realmente rápido a diferencia de la mañana, lo malo, aunque puede sonar extraño, es que los domingos no hay turno de tarde.

Putos domingos.

Puse un poco de música para animarme mientras fregaba el suelo, la mayoría de las canciones que sonaban las desconocía pero me gustaba tararearlas mientras bailaba con la escoba.

-Vaya, pero qué bien te lo pasas tu aquí... ¿no? –me di la vuelta sorprendida de escuchar esa voz.

-¡¡Said!! –dejé caer la fregona y corrí a sus brazos sin pensar en el suelo mojado. Caí de culo al suelo produciendo un fuerte estruendo. Suerte que no había clientes. Mi hermano mayor se acerca con cara de preocupación hacia mi posición y me ayuda a levantarme.

-¿Estás bien Najima? –asiento un poco avergonzada pero al segundo recupero la sonrisa y la emoción rodeando su cuello con mis brazos.

-¡Hace mazo que no te veo! ¿Qué tal? –amaba a mi Said, era mi hermano mayor y mi mejor amigo. Siempre nos habíamos llevado bien, nos teníamos muchísima confianza y nos lo contábamos todo y así seguimos. Él era el que me defendía frente a todos y el que siempre estaba de mi parte, con el que podía desahogarme y el único que me había visto llorar más de una vez en su hombro, él era al único que le pedía favores y caprichos, el me trataba como su princesa y yo a él como mi héroe.

Ahora estaba casado y tenía dos preciosas hijas. Mis preciosas sobrinas eran regordetas y con unos mofletes enormes y las amaba con todo mi ser. Lo malo es que vivían en Burgos y no le podía ver tanto como quería.

-Alhamdollah preciosa. ¿Y tú?

-Ahora mismo tengo ganas de irme pero mi turno finaliza en cuarenta minutos. –miré decepcionada el reloj.

-No pasa nada, yo me quedo y te hecho una mano para que cuando lleguen las dos podamos irnos juntos ¿de acuerdo? –asentí emocionada y entre Said y yo terminamos de fregar.

Estaba realmente impaciente por ir a ver a mi cuñada y a mis sobrinas.


Najima VS MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora