POV MOHAMED AMIN
Otro intento en vano. Me despojé de la chaqueta y la lancé con rabia contra el suelo de mi habitación. Estaba cansado de la situación, todos los días lo mismo. Mismo vacío, mismo silencio, misma mierda.
Buscar empleo parecía misión imposible. A parte de que te pagaban una miseria, solía haber cientos de vacantes. Morad se había comprado una casa por lo que ya no vivía con nosotros. Él era, dentro de lo que cabe, el más ordenado de los tres. Ahora, la casa que compartíamos Toufik y yo parecía una verdadera pocilga. Los cacharros en la cocina estaban amontonados, la ropa sucia colgada en todas las puertas y acumulada en todas las esquinas, zapatos debajo de las camas y los sillones, latas y envases de comida basura hasta en los armarios.
Vivíamos en un vertedero.
Para mejorar todavía más la situación, la gripe me estaba llevando a la cama directo. La tos hacía arder mis pulmones y rasgar mi garganta, la cabeza me martilleaba, mis piernas parecían no poder sostener mi propio peso y la casa me daba vueltas. Hice un acopio de fuerzas y me dejé caer en la cama antes de hacerlo en el suelo.
No sabía qué hora era cuando el sonido de mi móvil me despertó. Era una llamada. Faysal. ¿Y este qué quería? Se me pasó por la mente no responderle, no tenía ánimos ni fuerzas para hablar, menos con él.
-¿Qué pasa? –estaba más afónico que antes.
-Mohamed, ¿Dónde estás? Llevo esperándote más de media hora y todavía no has llegado.
-¿¡Qué?! –miré la hora en mi reloj de mi muñeca. Las 09:38 No puede ser. Me levanté de forma brusca de la cama y antes si quiera de darme cuenta me encontraba de bruces contra el suelo. Todo me daba vueltas y me había dado tal golpe contra el suelo que sentí un líquido caliente bajar por mi nariz. Sangre. Escuchaba la voz de Faysal al otro lado de la línea llamándome y preguntando lo que me pasaba. No podía responderle. El frío del suelo me estaba llegando al cuerpo y sentía un poco de alivio. Todo indicaba a que tenía fiebre.
Me dolía todo horrores pero no podía seguir en el suelo. Sin abrir los ojos me intenté levantar, mi nariz seguía chorreando sangre, el olor me mareaba más si cabía. Me puse de rodillas y apoyé la cabeza contra el filo de la cama. Dios mío dame fuerzas.
No sé cuánto tiempo pasé en esa postura, medianamente consciente pero debe de ser bastante pues el sol ya pegaba fuerte.
Me sobresaltó el sonido del timbre. Una, dos, tres veces. Los timbres eran cada vez más insistentes e impacientes. ¿Quién podría ser a estas horas? Toufik llevaba un par de días en Marruecos y no le esperaba hasta la semana que viene. ¿Habrá vuelto ya? No tenía ni idea pero el sonido me martilleaba en la cabeza así que me levante, con grandes dificultades, y me acerqué a la puerta. Ni siquiera me molesté en mirar por la mirilla, tan solo abrí para que ese maldito ruido cesara.
-¡¡Dios mío Mohamed!! ¿¡Qué te ha pasado!?
Najima.
Una corriente cálida recorrió mi vientre. Ella estaba aquí. Sin decirla nada pasó y cerró la puerta. La veía borrosa pero su cara de preocupación y angustia la podría sentir hasta un ciego. Me pasó su brazo por la cintura y pasó el mío por sus hombros.
-¿Dónde está tu habitación?
-La…ter-ce…ra. D-de…re-ch…cha. –logré articular. Su brazo me sujetaba con fuerza. Estaba dejando todo mi peso sobre su cuerpo.
-Hay dios mío…-gimió con desagrado. Seguramente al ver el bonito desastre de mi habitación. Me tumbó en mi cama y escuché sus pisadas alejándose de forma precipitada. Al rato volvió. Yo tenía los ojos cerrados pero sentía todos y cada uno de los movimientos que hacía. Con un trapo húmedo me limpió la cara, supongo que la sangre se había secado. Posó su mano en mi frente.
-Mohamed estás ardiendo. –me susurró. No pude responderla. Sus dedos comenzaron a desabotonar mi camisa del día anterior y me dejó el pecho al descubierto. Con grandes dificultades consiguió quitármela del todo pues yo no era capaz de ayudarla en nada. Pasó el trapo con agua por mi pecho y cada acción que realizaba me calmaba más, sobre todo sabiendo que era ella la que lo estaba haciendo.Terminada su tarea volvió a salir para entrar segundos después y colocarme algo frió en la frente. Me arropó con una sábana y se sentó en el filo de mi cama. Con las últimas fuerzas que me quedaban conseguí tomarla de la mano y entrelazar sus dedos con los míos. Era la única forma que me quedaba de demostrarle el que la sentía conmigo y que no quería que se fuera. De ahí en adelante caí rendido.
-Mohamed…Hey Mohamed despierta. –su voz me volvió a traer a la consciencia y lo primero que vi al abrir los ojos fue el techo blanco de mi habitación, pero Najima no tardó en entrar en mi campo de visión, tenía una mirada de preocupación, esbozó una media sonrisa dulce al establecer contacto visual conmigo.
-¿Qué tal te encuentras?
-No sé. –articulé con la voz ronca y afónica. Milagro era que me entendiera al hablar.
-Bueno, tienes que comer un poco para recuperarte. Te voy a ayudar a incorporarte en la cama ¿Vale? –asentí levemente y se acercó a ayudarme. El olor a su perfume invadió mis fosas nasales y me reconfortó, me sentí acogido y en casa. Aunque técnicamente lo estaba. -¿Te sientes mareado?
-Un poco, la cabeza me está matando.
-Es normal. Has perdido bastante sangre y todo apunta a que no has comido en mucho tiempo. –intenté hablar pero me dio un ataque de tos. La garganta me ardía. –Ssshh no hables, perdón no te pregunto más. Ahora vas a comer, te voy a dar algo para el dolor de cabeza y vuelves a descansar ¿De cuerdo? Acercó una silla y colocó en ella la bandeja que estaba encima de mi mesilla de noche. Olía muy bien y tenía mucha hambre. Me dio de comer con paciencia y delicadeza. Yo solo podía observarla mientras cuidaba de mí, mientras desperdiciaba su tiempo en mí y mientras mi corazón latía desbocado.
En ese momento me di cuenta de que ella iba a ser la mujer de mi vida.
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Najima VS Mundo
HumorUna historia diferente, con personajes diferentes pero con un tema común. Todo comienza con el nuevo puesto de trabajo de Najima, la chica patosa, alocada y despreocupada que intenta terminar su carrera de magisterio, carrera para muchos equivocada...