Capítulo 12

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–Narra Seis–

   Al llegar, caminé hacia el mostrador de registro con lentitud. Mandy; como siempre, leía una revista sentada con los codos recargados en la gran mesilla. El impreso cubría su rostro, dejando a la vista únicamente los tatuajes de sus dedos, y cuando ya estaba cerca, ella me dirigió la palabra antes de que yo pudiera hacerlo.

   –Seis, llegas tarde –siseó mascando el chicle que tenía en la boca.

   No sé cómo supo que era yo; es como si pudiera sentirlo. Y de hecho, todos por aquí decimos que nació para ser un hombre, pues tiene la fuerza de uno. Además no cualquier chica puede entrar aquí, ella es la única, pero no es debido a que no puedan, si no a que no se atreven.

   Cuando cruzas las puertas de vidrio a mi izquierda, es justo como cuando entras en el área de juegos en un restaurante; solo que con hombres agresivos de más de 20 años. Todos se golpean, se lanzan cosas, se gritan también, y lo peor es que siempre huele a sangre y sudor. Es por eso que muchos le llaman “el matadero”.

   –Tuve un imprevisto –recalqué en voz baja.

   Mandy soltó el periódico y me miró arqueando las cejas.

   –¿Imprevisto? ¿De trabajo o qué? –preguntó; en un tono varonil como usualmente.

   –No, fue… fue un asunto con alguien, nada importante –contesté intentando acortar la charla. No voy a dar información sobre cuestiones personales.

   –Hmm –asintió y arrojó hacia arriba las llaves de mi casillero; que atrapé en el aire.

   –Gracias –musité débilmente haciendo mi voz apenas audible y me dirigí a la entrada del matadero.

   Conforme más me acercaba, los gruñidos, quejidos, golpes, y gritos, se iban haciendo mucho más perceptibles. Y al abrir la puerta, los sonidos alborotados inundaron de golpe mis oídos. Aquí adentro hay sólo dos reglas; nada de armas, y nada de bebidas alcohólicas. Todo lo demás es válido.

   Caminé al área de descanso en donde estaban las taquillas, rodeando los pequeños rings imaginarios en donde las personas pelean sucio, y me saqué la camiseta que llevaba.

   Aún traía la bandana amarrada en el brazo. No sé si Alissa está al tanto de que pertenezco a Savage Rogue, incluso tal vez ni siquiera sepa que estoy involucrado en asuntos ilegales, pero lo más seguro es que ya se lo haya imaginado. Necesito hacerle entender que no voy a lastimarla, todo sería más fácil si confiara en mí, pero me tiene tanto miedo que cada que hago cualquier tipo de movimiento ella se asusta, como si fuera a hacerle daño. Y no sé ni  cómo explicarle la situación. No puedo llegar y decirle tranquilamente: Hey si te dejo ir, mis compañeros van a matarte, pero mientras estás conmigo también hay posibilidades de que no salgas con vida. Es un completo dilema, porque es verdad.

   Yo puedo protegerla, sí. Pero también tengo cosas que hacer. Estoy metido en cuestiones tan peligrosas, que hasta mi propia vida corre riesgo. No puedo llevarla conmigo cuando tengo asuntos por arreglar. Un criminal como yo está destinado a vivir solo el resto de su vida. Todos saben eso, no es fácil, pero tenemos nuestras propias condiciones; no podemos estar en contacto con nuestra familia <que en mi caso de todas formas no importa>, no podemos tener amistades <fuera de la pandilla>, y lo más importante de todo… si nos llegáramos a enamorar, sería catastrófico. Por eso es que me pone nervioso la situación de Alissa, yo sé que no estoy enamorado ni nada por el estilo, yo no tengo esa clase de sentimientos por nadie. Pero entonces, ¿Qué es? ¿Cuál es el motivo de mis impulsos protectores? ¿Por qué no quise deshacerme de ella? Roland tenía razón, es sólo que no quería admitirlo. No es que no pueda matarla, es que no quiero, no me atrevo, no sería capaz nunca, no podría hacerle algo así. Y no sé por qué.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora