Capítulo 24

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–Narra Seis–

   Me encontraba caminando entre el amotinamiento de personas. Estaba oscuro, demasiado oscuro, la única fuente de luz aquí eran los rayos púrpura neón que se movían en todas direcciones. Respiraba con dificultad y los rostros a mi alrededor eran lóbregos como sombras. Todos bailaban al ritmo de la música, pero yo no podía oírla. No escuchaba un sólo sonido.

   La busqué con la mirada pero no podía encontrarla. Seguí abriendo paso bruscamente intentando hallar una salida, pero sólo habían personas y más personas. Todos moviéndose como banderas oscilantes. Intenté identificar a alguien pero no tenían rostro. Eran como oscuridad movediza.

   Me sentía perdido, no sabía en dónde estaba, no sabía qué estaba haciendo. Sólo sabía que tenía que encontrarla.

   De pronto, después de un rato más vagando perdido, capté al fondo del lugar un brillo dorado, como un pequeño listón deslizándose en el aire. Era ella. Perseguí su rastro con los ojos avanzando con dificultad entre la gente, pero se estaba marchando. Se alejaba, y no podía alcanzarla.

   Intenté gritar su nombre, pero las palabras se quedaban atrapadas en mi garganta.

   ¡Alissa!

   No salía ningún sonido, por más que intentaba no podía hablar. Corrí antes de que el pequeño rayo brillante desapareciera y al acercarme más pude distinguirla mejor. Su resplandeciente cabellera dorada se movía ondeante y ella danzaba emanando un brillo plateado. Era como si un rayo de luz estuviera atrapado en el fondo de un abismo. Estaba de espaldas, así que no podía verle el rostro.

   Su clara piel hacía contraste con la penumbra del lugar mientras su cuerpo se movía a una melodía sorda para mis oídos. Hice otro intento por llamarla, pero mi boca estaba sellada.

   Estiré mi mano para alcanzarla, y pude notar la lobreguez entre mis dedos. Mi respiración se aceleró y me tallé contra la camisa en un impulso desesperado, pero no se iba, la oscuridad seguía allí, como si brotara de mi propio cuerpo.

   Ella se alejaba poco a poco muy lentamente, pero no quería perderla de vista. Me acerqué más y más. Bailaba con movimientos tardos y tentativos, y entonces giró su rostro por encima del hombro, mirándome fijamente a los ojos.

   Las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba con lentitud y en ese momento quería sentir esa suavidad, sus labios rosas me llaman. Me atraían. Quería sentirlos.

   Las personas alrededor fueron remplazadas por completas sombras, oscuras y negras. La tenebrosidad se apoderó del lugar y lo único bello que quedaba estaba justo frente a mis ojos. En el mundo de dioses y monstruos, ella era un ángel. Un ángel con luz pura rodeado de demonios, bailando seductivamente.

   Estaba tan cerca de ella que incluso podía sentir su calor. Di tres pasos más hacia adelante, casi podía tocarla. No quería que ese brillo desapareciera. Quería conservarlo y protegerlo.

   Sus ojos eran el océano. Me tranquilizaban y llamaban mi nombre. Por un segundo me sentí a salvo de cualquier cosa, todos los errores una vez cometidos se esfumaron y el tiempo había dejado de existir. Éramos ella y yo, y nadie más. Demasiado perfecto para ser real.

   Me sentía hipnotizado, completamente indefenso, y de pronto sólo la deseaba a ella, más que a cualquier otra cosa.

   La deseaba, como si estuviera en un desierto, y ella fuera el agua. Como si estuviera atrapado, y ella fuera la salida. Como si estuviera enfermo, y ella fuera mi cura. Como si yaciera el fin del mundo, y ella fuera el único lugar seguro que queda.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora