Capítulo 40

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-Narra Seis-

Al llegar a la galería, Dylan, Bruce y yo bajamos del SUV negro y nos dirigimos con rapidez hacia la entrada, en donde abrí la puerta de un empujón. Lo primero que captaron mis ojos fue la silueta que se encontraba de espaldas amarrada en una silla mientras Roland le apuntaba en la cabeza con su arma.

No podía creerlo. Con los puños apretados caminé hasta quedar de frente a él quien mantenía el rostro cabizbajo. Entonces era verdad, no había duda alguna. Había vuelto. En ese momento alzó la cabeza y al mirarlo directo a los ojos pude sentir la furia interior que de pronto incrementó severamente.

-Simon Turner -gruñí entre dientes. Hace unos cuantos años tuvo la mala suerte de estar en el lugar equivocado justo cuando me encontraba arreglando cuentas. Se topó en mi camino por equivocación, y no le fue nada bien. Pensé que sería inteligente y desaparecería, tal y como yo lo hice en alguna ocasión después de haberme metido en problemas. Pero al parecer él optó por una mala elección.

-¿Qué demonios estás haciendo aquí? -cuestioné precipitándome a él para sujetarlo por el cuello de la camisa, pero Roland me detuvo colocando el antebrazo en mi pecho, dejando de apuntarle con el arma.

-Te estaba buscando, lo he hecho desde que salí de Langley -contestó en un hilo de voz. El enojo podía reflejarse en ese peculiar gesto de desprecio. Estaba claramente molesto. Yo sé que me odia, gracias a mí lo metieron a ese manicomio del que no me gusta hablar para ser sincero. Pero a pesar de que los hechos están borrosos en mi mente, recuerdo con claridad haberle dicho que si lo volvía a ver iba a acabarlo.

-¿Qué te hizo pensar que esa era una buena idea? -apunté con incredulidad a punto de salirme de mis casillas.

-Tenía que hablar contigo -él contestó con seriedad.

¿Hablar conmigo? ¿Estaba bromeando? De lo único que voy a hablar es sobre cómo vamos a deshacernos de su cuerpo cuando lo mate. Por más loco que suene, debemos hacerlo desaparecer. Sabe cosas que no debería saber y eso lo coloca en una posición desfavorable. Juraba que no iba a salir de Langley nunca, o al menos no en muchos años más. Ésta era una situación peligrosa, pero era esa clase de peligro el cual se debe evitar, no ese que te provoca adrenalina.

-Fuiste muy estúpido al aparecerte por aquí ¿lo sabes? -dije guardando una distancia considerable.

-Es importante -repuso.

-Importante mis pelotas, te voy a...

-Sé sobre la chica -interrumpió de pronto en voz alta y me detuve por completo para dedicarle una severa mirada.

-¿De qué carajo estás hablando?

-No de qué... de quién. Sabes bien de quién estoy hablando.

Retrocedí dos pasos y pasé mi mano por la cabellera. No se podía referir a ella. Volteé a ver a los demás en la habitación, quienes me observaban atentos, pero después de haberlo pensado un poco, puse nuevamente toda mi atención en Simon quien aún me miraba expectante.

-No juegues conmigo, te lo advierto -amenacé clavándole mi dedo índice en el pecho. Si esta era alguna clase de broma juro que le meto una bala en el culo ahora mismo.

-Yo no estoy para juegos, Seis. Tu Alissa está en problemas, y estoy hablando en serio -murmuró con rabia y en el instante mis sentidos despertaron. Lo tomé de la camisa frunciendo el gesto en un ceño apretado y tensé la mandíbula.

-¿Cómo sabes de ella? ¿Qué es lo que sabes de ella? -inquirí a la defensiva para recibir una extraña mirada insinuante por parte suya.

-Eso no voy decírtelo.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora