Capítulo 2

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–Narra Alissa–

   Dato; el 90% de adolescentes que se escapan de casa para ir a una fiesta sin el permiso de sus padres terminan siendo atrapados. Ésta noche estaba determinada a no entrar en ese 90%. En primer lugar yo no había planeado nada de esto, pero cuando tu reputación ante tus amigos prende de un hilo, aceptas esa clase de apuestas que sería mejor evitar.

   Evalué mi atuendo frente al espejo una vez más, aunque en realidad había tomado lo primero que vi sin preocuparme por lucir bien; una blusa rosa pastel y un par de jeans ajustados, dejando mi cabello caer suelto justo a unos cuantos centímetros por debajo de los hombros. Seguido, miré con nerviosismo al reloj de la pared blanca de mi habitación; el cual marcaba las nueve cincuenta. Christine vendría por mí a las diez.

   Tomé el bolso de correa larga que yacía sobre mi cama y me coloqué un suéter delgado que me cubría las manos, para luego salir discretamente de la habitación sin cambiarme los zapatos que traía desde la mañana. En realidad daba igual lo que llevase puesto, sólo iba a ese lugar para probar algo: puedo escapar de casa y ser un común adolescente problemático de vez en cuando.

   Estaba casi segura de que mi madre se encontraba durmiendo en su recámara. Papá no estaba en casa; llegaba de su trabajo a media noche, y mi hermano Lucas debía de estar en su habitación. Desde aquí podía escuchar Train Kept a Rollin’ de Aerosmith sonando a todo volumen, seguramente para ocultar lo que en realidad estaba haciendo. Típico.

   Caminé escaleras abajo y tomé mi celular del bolso, cruzando lentamente el salón principal. Mis zapatos bajos repiqueteaban contra el piso de madera; lo cual me ponía los nervios de punta.

   Al alcanzar la puerta de entrada, asomé mi cabeza por la ventana haciendo a un lado la gruesa cortina. La oscuridad de la gélida noche envolvía las calles de la ciudad, haciéndola parecer aterradora.

   –Maldita apuesta –susurré para mis adentros y aparté la vista preparándome para salir.

   Giré lentamente la perilla dorada de la puerta, tiré de ella hacia mí con cuidado y crucé el umbral casi desesperada por estar afuera y poder respirar tranquilamente. Apenas la cerré a mis espaldas, dejé caer mi peso hacia atrás recargándome firmemente e inhalé con profundidad. El aire me congeló los pulmones e hizo que dolieran un poco.

   Había un par de estrellas solitarias en el cielo. El viento removía las hojas de los frondosos árboles y provocaba un escalofriante sonido que me incomodaba. La calle estaba desértica y sólo habían unas cuantas ventanas iluminadas en varias casas de alrededor.

   Justo comenzaba a despejar mi mente, cuando de pronto mi teléfono comenzó a vibrar dentro del bolso haciendo que me exalte. Enseguida saqué el molesto aparato y contesté con el corazón desbocado, sin siquiera fijarme quién llamaba.

   –Bueno –dije en un susurro apenas audible.

   –¿Lissie? ¡Habla Chris! –contestó mi hiperactiva mejor amiga, con un tono alegre equivalente al de un niño de diez años que recién abrió su regalo de Navidad.

   –Christine –suspiré, poniendo los ojos en blanco–. Me asustaste.

   –Ni que estuvieras haciendo algo malo.

   –Pues tampoco es algo bueno.

   –Da igual.

   –Si me atrapan te voy a echar la culpa –anuncié sentenciosa.

   –Dios Alissa, aún puedes retractarte, dime que no te atreves y…

   –No, sólo no vayas a hacer ruido al llegar –repuse en un gruñido.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora