Capítulo 38

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–Narra Seis–

   Permanecí inmóvil un par de segundos, aún desconcertado por su pregunta. Nadie debe preguntarme eso, en la pandilla todos los saben, pero Alissa no, y a decir verdad, no quería explicarle por qué.

   –Lo… lo siento, no…

   –Está bien –interrumpí–. Sólo no preguntes de nuevo.

   Continué escaleras arriba y fui directo al sofá de la sala de estar. Quería dejar pasar el asunto, pero la tensión aún se sentía en la atmósfera, y Alissa seguía observándome con curiosidad. Me tumbé en el sillón y encendí el televisor con el control remoto. Ella imitó mis movimientos y tomó asiento en el sofá individual a mi izquierda. No dejaba de mirarme.

   –¿Te gusta lo que ves? –inquirí centrando la vista en la pantalla, pero sin prestarle atención alguna al programa.

   –No es eso… es que tus manos aún sangran –musitó titubeante.

   Entonces las volteé a ver. Me había abierto los nudillos y estaban cubiertas por infinitos rasguños. Pero en realidad no le tomé importancia. Estaba cansado, eran alrededor de las seis de la tarde y ayer apenas dormí un par de horas.

   Sé que Alissa no aguantará la semana. Tengo una vida, digamos, difícil. Y eso es algo que no puedo cambiar ni aunque quisiera. Yo no voy a mentir, ella me vuelve loco. Quisiera que pudiésemos salir como cualquier persona normal, pero eso no se va a poder, y es por eso, que la mejor opción, era alejarla para siempre. No porque yo quiera, sino porque era lo mejor para ella.

   De pronto cerré los ojos, y relajé los hombros. Dylan llegaría en cualquier momento.

__________

   Cuando desperté estaba en un lugar completamente diferente. Era una habitación espaciosa y blanca. Me encontraba recostado en una camilla con un suero inyectado a mi antebrazo. Al instante supe que estaba en un hospital. Me dolía la cabeza, pero dejó de importar cuando recordé qué estaba pasando. ¿Dónde estaba Lily?

   Me puse de pie algo acelerado y desconecté el suero para salir del lugar. Tenía que encontrarla, porque temía haberle hecho algo. Los ataques de ira estuvieron más fuertes que nunca últimamente y no podía recordar cómo sucedió aquella explosión. ¿La había ocasionado yo?

   Caminé hasta la puerta, pero me detuve de golpe en el gran espejo adherido a ésta. Traigo puesta una bata azul y gran parte de mi cabeza está vendada, al igual que uno de mis brazos, sin mencionar las múltiples heridas que llevaba en el rostro. En ese momento iba a abrir la puerta, pero entonces la temperatura cambió repentinamente. Hacía calor, demasiado calor, y el humo comenzaba a infiltrarse por la abertura de ésta.

   La abrí a pesar de ello, para encontrarme con nada mas que llamas. Todo se estaba incendiando. Mis ojos se dilataron y retrocedí lo más que pude. Fue entonces cuando escuché su voz. Lily estaba gritándome desesperadamente.

   –¡Harry!

   No podía ver nada, pues el lugar entero estaba cubierto por llamas. La desesperación se apoderaba de mi cuerpo, y quise gritarle de vuelta, mas las palabras no salían de mi boca.

   –¡Seis! –su voz casi agonizante resonaba en mis oídos–. ¡Seis!

__________

   –Seis.

   Abrí los ojos de golpe exaltándome ligeramente.

   –Seis –Alissa murmuró tocando mi hombro, y reaccioné enseguida. Me había quedado dormido, y había tenido otra maldita pesadilla.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora