Capítulo 61

1.4K 99 116
                                    

–Narra Alissa–

   Le di un último vistazo a los documentos que sostenía con manos temblorosas; sin poder creer aún lo que había frente a mí a pesar de ya haberlo leído más de diez veces. En mi mente había un sinfín de dudas y cuestionamientos que no podía dejar pasar por alto. ¿Papá nos ha mentido todo este tiempo? Todas esas veces que llegó de madrugada porque estaba “trabajando”; ¿En dónde había estado en realidad? Y sobre todo ¿Sabía mamá de esto?

   –No –negué tragándome el nudo que se había formado en mi garganta–. Esto no es cierto.

   –Lissie –Lucas suspiró y se aproximó a mí en gesto reconfortante, pero me alejé alzando ambos brazos en protesta.

   –No Lucas, sé que las cosas no están bien ahora, pero esto es simplemente demasiado. Es un malentendido, eso debe ser –traté de convencerme a mí misma a pesar de que algo muy dentro de mí creía lo contrario.

   –¿Un malentendido? Alissa está frente a tus ojos –Luke rodeó el escritorio, abrió otro cajón con rapidez y habló sarcástico–. ¿Todo esto? ¿Crees que alguien lo puso aquí por equivocación?

   –No lo sé –protesté levantando la voz y arrojé la carpeta sobre la superficie llena de otros objetos y papeles que ya se encontraban allí; más los que Luke sacaba como si tratara de encontrar algo para terminar de convencerme.

   –Nos ha mentido toda la vida –sentenció deteniéndose de pronto para mirarme–. ¿O es que no recuerdas lo que decía cada vez que querías acompañarlo al trabajo?

   Cerré los ojos con fuerza tratando de contener las lágrimas que querían salir en contra de mi voluntad. Claro que lo recordaba. Recordaba una versión más joven de mí misma, cuando tenía nueve años y pedía ir con él a su trabajo. Todos lo hacían, todos iban con sus padres adentrándose en el mundo de los adultos por un par de horas, pero cada vez que yo sugería acompañarlo decía “Los niños no pueden venir, es peligroso” o, “volveré muy tarde, será mejor que te quedes en casa”.

   Con los años dejó de importarme, no fue algo a lo que le haya prestado atención por mucho tiempo, quizá después de preguntar tantas veces comenzó a parecerme aburrido. Alcé la vista para encontrar a un muy estresado y pensativo Lucas, y durante un momento deseé que nunca me hubiese dicho nada. Quizá estaría viviendo engañada, sí, pero algunas veces mentir es necesario.

   Ahora entendía lo que Seis dijo ayer en el muelle. “Algunas veces es necesario mentirme incluso a mí mismo”, y eso era exactamente lo que iba a hacer.

   –Quiero que me lo diga en la cara –dije tratando de hallar el volumen de mi voz; que se había perdido en alguna parte de este lugar.

   –¿En serio crees que va a decirte? –mi hermano inquirió como si la respuesta a su pregunta fuese demasiado estúpida.

   –No sé qué creer. Pero sé que todo va a estar bien –musité.

   Lo más probable es que no era verdad, no iba a estar bien, pero así como hay mentiras que lastiman, también hay mentiras capaces de traer de vuelta ese reconfortante sentimiento de esperanza que nos hace sentir mejor.

–Narra Seis–

   Era hora, las ocho en punto de la noche. Mis brazos sostenían el volante del BMW negro que trajimos; sin placas en caso de cualquier emergencia, y por el espejo retrovisor volteé a ver a Roland quien tenía la mirada perdida en el aire al igual que su vacía expresión facial.

   –Es hora –anuncié en voz baja atrayendo su atención, al igual que la de ambos de los guardaespaldas que nos acompañaban, uno junto a mí, el otro en el asiento trasero junto a Roland.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora