Capítulo 20

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–Narra Seis–

   Conduje de vuelta a la galería y entré para esperar. Después de un par de minutos los pude escuchar llegar en distintos vehículos. Ya estaban aquí. Permanecí sentado en el sillón frente a la pila de billetes. No sabía qué era lo peor que podía ocurrir, pero fuese lo que fuese; no era bueno. Los traicioné. Traicioné a mi propia pandilla.

   Se abrió la puerta azotando contra la pared y el primero en entrar fue Roland, seguido por Wes, Mitch, y Bruce.

   –¿En dónde está? ¿Despertó? –Roland habló apresurado, pero no contesté, no me moví, ni siquiera los miré. Permanecí en la misma posición como si no estuviesen allí.

   Wes entró a la habitación, pero por supuesto, estaba vacía.

    –Aquí no está –anunció a los demás y noté por el rabillo del ojo cómo Roland me clavaba una mirada dura. Comenzaron a buscarla en otras habitaciones, pero no iban a encontrarla, y posiblemente después de esto me matarían. Los he puesto a todos en peligro. No sabía si Alissa diría algo, ni tampoco sabía si nos acusará a la policía personalmente, pero ya no me importaba. Perdí la cabeza, y ella se había vuelto en lo único que pensaba. ¿Por qué? No lo sé. Seguía sin saberlo.

   –¿Seis, en dónde está? –Wes preguntó seriamente, y los tres tipos se acercaron a mí.

   –Seis –Roland me mencionó amenazante, pero aún así permanecí quieto y no tenía planeado decir palabra alguna.

   –¿¡En dónde está la maldita chica!? –me gritó directo al rostro con agresividad.

  Entonces, se dio cuenta de que no iba a hablar. Tomó el arma que yacía escondida en sus pantalones y la cargó posándola en mi frente.

   –No te lo voy a preguntar otra vez –gruñó entre dientes, y en ese momento, Bruce le colocó una mano en el hombro.

   –Hey tómalo con calma viejo –impuso, pero Roland lo miró intimidante.

   –Seis… esto no es un juego, ¿Dónde está? –Mitch habló desde atrás, con la ira filtrándose en el tono de su voz.

   Todo se quedó silencioso por un momento, hasta que Roland rompió el hielo con una amenaza más.

   –Tienes hasta la cuenta de tres… –habló muy lentamente–. Uno…

   Esperé el disparo sin hacer contacto visual y tensé la mandíbula. Sabía que actuaba como un loco. Jamás habría hecho algo como esto, pero ahora simplemente sentía que no era yo mismo.

   –Dos…

   –Mierda Roland –Bruce interrumpió–. La chica no va a decir nada, no creo que sea tan estúpida como para hacerlo.

   Entonces, Roland alejó la pistola de mí y enseguida apuntó a Bruce. Haciendo que éste se quedara muy quieto.

   –Cierra la boca o te disparo primero a ti –le dijo entre dientes.

   La tensión se sentía en el aire. No sabía qué iba a ocurrir, porque si en verdad me hubiese querido matar, ya lo habría hecho. Él jamás espera, no da oportunidades, sólo dispara y termina con el asunto en menos de un minuto.

   –Lo tengo bajo control –musité con tono agresivo atrayendo la mirada de los tres–. Y no quiero que nadie se meta en el asunto, esto es conmigo, ustedes quédense fuera.

   Me puse de pie y caminé hacia la puerta. No iba a darles información. Estaba a punto de perder el control y sería mejor que me alejara lo antes posible.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora