Capítulo 27

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-Narra Alissa-

Escuché un estruendoso ruido que me hizo abrir de golpe los ojos. Estaba recostada en el sofá, pero al enderezarme no pude ver a Seis. La luz del día traspasaba la ventana y el lugar se encontraba en completo silencio.

Otro ligero sonido me llamó la atención y mis ojos volaron en dirección al pórtico. La puerta de entrada yacía abierta y Seis se preparaba para salir.

-¿Qué estás haciendo? -cuestioné con la voz adormilada. Todavía no estaba completamente despierta y los sucesos pasados parecían haber sido sólo un sueño, o quizá una pesadilla, dependiendo de cómo lo vea.

Él giró el rostro en torno a mí y pasó su mano por la despeinada cabellera castaña.

-Me voy... no es buena idea que me quede más tiempo -contestó observándome por el rabillo del ojo. Me puse de pie enseguida y caminé hacia él, pero cuando me notó aproximándome cruzó el umbral sin decir palabra alguna. Entonces, sin mirar atrás, comenzó a alejarse.

Parecía apresurado, se marchó tal y como llegó, así como así, sin explicación alguna. Nunca me dijo con exactitud a qué había venido. Antes de desaparecer por completo bajo la luz de la mañana, chocó con el hombro de un señor de edad avanzada en ropa deportiva quien trotaba casualmente, sin embargo no se detuvo, incluso aceleró el paso.

No sé si lo hace a propósito, pero es en verdad misterioso. No creo que jamás dé explicaciones de nada a nadie, y eso me inquietaba, a como igual llamaba mi atención. Los misterios tienden a querer ser descubiertos, y él no sería la excepción.

Lo perdí de vista en la acera a lo lejos, mas aún así permanecí parada mirando hacia la calle vacía, procesando todo lo que había ocurrido. O al menos eso intentaba. Cerré los ojos y dejé escapar un largo suspiro, aún sintiendo el calor de su cuerpo entre mis dedos. Qué sensación tan más extraña. Si Christine supiera lo que sucedió, se alejaría de mí para siempre como si el demonio me hubiera maldecido. Y no iba a mentir, en realidad así me sentía. Desde que aquel día en que me crucé por su camino no logro sacarlo de mi mente, su imagen está grabada en mi cabeza, y su peculiar voz me habla en sueños. No me sorprendería haber imaginado un par de cosas que yo habría jurado eran reales.

Hoy era viernes otra vez. Pasó una semana entera. Creí que lo superaría todo fácilmente, pero no fue así. Estaba empeorando. Cada vez quería saber más sobre él, ansiaba conocer lo que ocurría en su vida diaria, y moría por ver qué pasaba por su mente muy dentro en sus más íntimos pensamientos. De hecho ya empezaba a preocuparme a mí misma.

Justo antes de volver a dentro, una camioneta ranger azul paró enfrente y Luke bajó del asiento del copiloto con su maleta de entrenamiento colgada al hombro. Se despidió con la mano y el vehículo volvió a arrancar.

-¿Lissie? -habló curioso al notarme observándolo desde la entrada.

-Hey... creí que vendrías más tarde.

Una vez que llegó a mi lado y entró a la casa, cerré la puerta y caminé tras él.

-¿No irás a la escuela hoy? -preguntó subiendo las escaleras.

Entonces reaccioné y abrí los ojos como platos. Rayos, lo había olvidado. Se me iba a hacer tarde. Corrí escaleras arriba pasando con velocidad a un lado suyo y entré a mi habitación dando tropezones. Tomé del armario un vestido corto de encaje y mi suéter rojo, para a continuación vestirme torpemente. Después me metí en un par de zapatos negros, y tomé mi backpack saliendo velozmente de la recámara.

Quité la liga elástica que traía en la muñeca y amarré mi cabello en un moño mientras me dirigía abajo. Pero antes de irme revisé el celular. Tenía un mensaje de texto.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora