Capítulo 36

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–Narra Seis–

   –¿Quién fue el último en estar aquí ayer? –gruñó Roland dándonos la espalda. Cole, Bruce, Wes, Mitch y yo estuvimos aquí y todo se encontraba en orden. Esto estaba mal, faltaba una gran cantidad de dinero, era demasiado y nadie sabe que lo ocultamos aquí, o al menos nadie de otra pandilla.

   Los cinco nos quedamos en silencio, sentados en el viejo sillón frente a la mesa vacía. Habíamos terminado de contar el dinero, y luego yo lo guardé en el almacén del patio trasero, fui el último en verlo, y ahora ha desaparecido. Seguro se veía mal, pero yo jamás lo habría robado. Pude haber golpeado a Roland, o a Mitch, o a Bruce, o a muchos otros que se supone son mis compañeros, sin embargo, no sería capaz de robarles, no a ellos, prácticamente me perjudicaba a mí mismo.

  –¿Seis? ¿Algo que quieras comentar? –Mitch habló insinuante, y Roland enseguida giró el rostro sobre el hombro, mirándome fijamente.

   Le lancé una mirada penetrante y luego tensé la mandíbula. ¿No va a superarlo jamás? Es un idiota, y eso no se le va a quitar, pero sólo fue una estúpida pelea, no puede actuar así el resto de nuestras vidas.

   –No –respondí con sequedad.

   El tiempo pasaba más lento cada vez, y Roland caminaba de un lado a otro con las manos entrelazadas atrás. Aquí adentro olía a serrín y humedad. La luz dorada se filtraba por los ventanales sucios, haciendo visibles las pequeñas partículas flotantes de polvo.

   –Voy a preguntarlo una última vez –Roland dijo muy lentamente con clara impaciencia–. ¿Quién fue el último en estar aquí ayer?

   –Quizá estás formulando mal la pregunta –Mitch musitó jugando con un hilo de sus pantalones rotos de las rodillas.

   –Cierra la boca –repuso Bruce, quien estaba sentado en la orilla a su lado.

   Claro que he robado antes, y lo que robo se queda aquí almacenado, ni siquiera es para mí, ese es mi trabajo y cumplo con él, yo de verdad no habría tomado ese dinero aunque se me hubiera dado la oportunidad.

   –La pregunta es ¿Quién fue el último en ver el dinero? –Mitch expuso elevando el tono de voz y enseguida me puse de pie apretando los puños con fuerza. Él imitó mis movimientos pero Cole se interpuso entre los dos, colocando a ambos una mano en el pecho.

   –No quieren hacer esto ahora, a menos que estén buscando problemas –gruñó en voz baja, y no se apartó hasta asegurarse de que no íbamos a movernos.

   No podía hacer nada, así que me quedé allí, simplemente mirando a Mitch con odio y rencor, en mi cabeza ya lo apuñalé tres veces.

   –Muy bien todos largo de aquí –Roland habló inexpresivo–. A excepción de ustedes dos.

   Puse los ojos en blanco, y Mitch maldijo en voz baja. Obviamente se refería a nosotros. Los demás salieron sin decir palabra, y cerraron la puerta. Sólo espero que no pase lo de la última vez.

   Roland carraspeó, aún de espaldas, observando por la ventana. No había nada afuera, el lugar estaba abandonado; eso significaba, que enserio se encontraba enojado.

   –Entonces… Mitch. Dices que Seis tomó el dinero –señaló.

   –Con otras palabras, sí, eso dije.

   Imbécil.

   –Yo no lo tomé, jamás lo haría –murmuré haciendo lo posible por contener las ganas de meterle un puñetazo. Alguien tiene que cerrarle la boca.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora