Capítulo 37

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–Narra Seis–

   Mi dedo estaba listo para jalar el gatillo. En ese momento no me importaba quitarle la vida a mi propio compañero. Él se lo había buscado después de todo. ¿Cuál era su maldito problema? Se había estado comportando extraño últimamente, pero no le presté atención, hasta ahora.

   Me miraba desafiante e impotente, pero con temor a la vez. Estaba tan enojado que ni siquiera me importó que Alissa estuviese presente. Soy capaz de matarlo aquí y ahora, él lo sabe.

   –Tienes hasta tres para hablar –gruñí sujetándolo contra el piso–. Uno

   –Seis no puedes matarme, ¿Sabes cuántos problemas te traería? –habló casi desesperado.

   –Dos… –le clavé el revólver con más fuerza, justo en la sien.

   –Roland va a sacarte de la cuadrilla si lo haces –masculló. Era increíble. ¿De verdad piensa que eso me importa? Eso es lo que había querido desde un principio, pero nadie me advirtió que esto era un círculo sin salida; una vez dentro ya no hay vuelta atrás.

   –Tres –tensé el dedo índice a punto de jalar el percusor, pero entonces; tal y como esperaba, soltó las palabras con más rapidez que un suspiro.

   –¡Yo lo tengo! ¡Yo tengo el estúpido dinero!

   –¿Por qué demonios lo tomaste? –cuestioné apretando más el agarre.

   –Para pagar una deuda –musitó entre dientes. Lo estaba lastimando, pero no me importaba.

   –A quién.

   Entonces la preocupación se reflejó en sus ojos y se tragó las palabras. Tenía que estar bromeando.

   –Un East Avenged –afirmé seguro, y el silencio habló por él. Lo solté y se relajó enseguida aún tumbado en el piso. No me lo creía. ¿Wes, un traidor? Va a pagar por lo que hizo, va a costarle muy caro.

   Le planté una patada en el brazo derecho con todas mis fuerzas, haciéndole soltar un chillido de dolor.

   –Esa va por traicionar a tu banda –me alejé un poco para luego señalar el vehículo destrozado–. Y esa por culparme a mí.

   Aún estaba furioso. Entonces mi vista recayó en Alissa, quien aún se encontraba parada a la distancia. Estaba aterrada.

   –Vete de aquí Wes. Tienes una hora para llevarle el dinero a Roland –ordené amenazante.

   –Me rompiste el jodido brazo –masculló haciendo lo posible por ponerse de pie.

   –Eso a mí me vale una mierda, desaparece ahora –estaba perdiendo la paciencia de nuevo, tiene suerte de que no hice algo peor. A esto no protestó, se fue casi cojeando y pronto se perdió de mi vista.

   Mi respiración aún estaba agitada y el enojo permanecía. Alissa lo había visto todo. Todo. Ahora podía estar segura de que soy peligroso, y en verdad espero que se dé cuenta. Permanecí en silencio un buen rato, tratando de recuperar el aire.

   –¿Lo ves? –inquirí volteándola a ver. Sus ojos estaban cristalinos y por un momento se quedó muda–. ¿Ves lo que acabo de hacer? Tienes que alejarte. Por tu propio bien, camina por donde viniste y aléjate de mí. Lo arruino todo. Te he estado tratando de ahuyentar porque no quiero perjudicarte. Siempre me cierro con todos los demás. Ese es quizá mi único talento. Simplemente no quiero lastimarte, así que por favor, te lo estoy rogando, no entres en mi vida.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora