Capítulo 46

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–Narra Alissa–

   Los latidos de mi corazón podían escucharse y mi mente no podía pensar en otra cosa mas que en Seis allá adentro asesinando a alguien con sus propios puños, así de furioso ni siquiera iba a necesitar el arma. ¿Dónde estaba Bruce? Le llamé hace ya un rato y dijo que no tardaría nada.

   Pasaron otros cuantos minutos más mientras me comía las uñas de los nervios, cuando por fin noté unas luces vehiculares acercándose a gran velocidad. Por un momento entré en pánico, en caso de que ese no fuera Bruce, pero luego reconocí el peculiar SUV negro y todo mi cuerpo perdió un gran peso de encima.

   Dejé escapar un suspiro de alivio; el cual en realidad no sabía que contenía, y abrí la puerta para salir lo más rápido posible.

   El auto se estacionó justo detrás y Bruce bajó disparado revelando un gesto hundido en preocupación.

   –¿En dónde está? –masculló aproximándose con pasos veloces.

   –Entró a esa casa –declaré con la voz más aguda de lo normal apuntando al dicho lugar que aún yacía con la puerta abierta.

   –Bien… quédate aquí voy a ir a buscarlo –dijo apresurado encaminándose por el asfalto.

   La gélida noche me ponía más nerviosa todavía y era peor estando en éste lugar tan recóndito. Sentía como si alguien fuese a salir de las sombras tarde o temprano.

   –Bruce –vociferé haciendo que éste diera media vuelta–. Ten cuidado.

   Él asintió mirándome por un segundo, pero luego un extraño sonido llamó la atención de ambos. A la distancia unos botes metálicos de basura resonaron como si hubiesen caído en seco al suelo.

   Un escalofrío me recorrió toda la columna e instintivamente me acerqué a él con cautela, éste mirando perdido a la calle vacía.

   –¿Qué fue eso? –susurré muerta del miedo. Quería largarme de allí lo antes posible.

   Fue en ese entonces, cuando creí que ya me estaba imaginando cosas, porque una silueta alta salió de un callejón junto a una casa y se plantó inmóvil a nuestra misma altura pero a metros de distancia.

   Bruce no dijo nada, adoptó una postura tensa y se acercó a mí cortando la poca distancia que quedaba entre los dos. Tomé su brazo al instante sintiéndome patéticamente cobarde, pero en ese momento sólo me podía imaginar lo peor así que me dio lo mismo.

   Hubieron un par de silenciosos segundos de tensión cuando después, repentinamente, la sombra salió corriendo en dirección nuestra sosteniendo algo en mano. Estaba bastante oscuro, pero con facilidad noté que era un arma.

   Mi mente entró en alguna clase de shock dejándome helada con los ojos como platos. Bruce fue el que actuó rápido posicionándose frente a mí, pero para nuestra mala suerte, había sido muy tarde. En un soplo sonó el disparo; el cual fue seguido de mi grito ensordecedor.

  No podía estar pasando. Una extraña clase de electricidad helada recorrió mi cuerpo entero y me flanquearon las rodillas. Sentía que mi corazón iba a pararse en cualquier momento.

   La desconocida silueta continuó corriendo pasándonos de largo y volteé de golpe a Bruce quien estaba ahora con un gesto aturdido pasmado en el rostro. Me devolvió la mirada tensando la mandíbula y en un abrir y cerrar de ojos, cayó lentamente encontrándose en el piso junto a mí.

   –Oh por dios –musité sintiendo las lágrimas asomarse–. No… Bruce.

   Se me quebró la voz y me tumbé a su lado abriéndole el pecho a la chaqueta negra que traía, pero no hallé ninguna herida. Palpé sus brazos torpemente mientras se removía en el piso dejando escapar ligeros gemidos y luego se encorvó hacia un lado llevándose las manos a la rodilla.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora