Capítulo 50

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–Narra Alissa–

   No. No iba a dejarlo. No quería hacerlo. Tampoco estaba feliz por lo que hizo, pero supongo que después de todo logré entenderlo. Todo lo que está haciendo es para mi bien y no me queda mas que aceptarlo, porque no importa qué le diga, él va a seguir manejando las cosas a su manera.

   Abrí la puerta para bajarme y él hizo lo mismo del otro lado luego rodeando el frente del vehículo, y me detuvo antes de poder encaminarme hacia la entrada.

    –¿Estás enojada? –preguntó en voz baja colocándose unas gafas oscuras que había tomado.

   Se acercaba el mediodía y la luz anaranjada del sol iluminaba su piel haciéndola lucir un tanto dorada, al igual que su despeinada cabellera recogida del frente por la bandana. No iba a negarlo, así a escasos centímetros de mí lucía hermoso. Casi me daban ganas de quitarle las gafas para poder apreciar el brillo de sus ojos contra la luz del sol.

   –No –musité completamente inexpresiva–. Pero tampoco estoy contenta.

   Juntó sus labios en una fina línea y asintió en silencio. Después de un momento callado, abrió la boca para decir algo pero le interrumpí enseguida.

   –Seis, no vuelvas a hacer algo así –su gesto se tornó irritado como si fuésemos a discutir lo mismo otra vez, pero cambió a uno de incertidumbre cuando continué hablando–. Estuve a punto de llamarte para asegurarme de que estuvieras bien. ¿Tienes idea de lo preocupada que me tenías?

   Debía decírselo. Sé que sonó algo tonto, pues yo sólo soy su chica; como él dice. Nada serio. Es como si estuviésemos saliendo por diversión un rato y ya. No sé qué va a pasar después, pero sí sé que a él quiero verlo a salvo. Me preocupo por él incluso más de lo que debería. Y también sé que a mí me gustaría ser algo más que sólo su chica.

   Poco a poco, una diminuta sonrisa se pasmó en su cara y trató de ocultarla agachando el rostro.

   –¿Qué? –cuestioné juntando las cejas, yo estaba hablando enserio.

   –Es extraño.

   –¿Qué cosa?

   No respondió. Permaneció pensativo un par de segundos con la cabeza agachada y luego sólo se incorporó retrocediendo para mirarme.

   –Te veré luego –dijo sin más y se fue a recargar de espaldas en el Jeep.

   ¿Por qué siempre es tan indescifrable?

   Lo dejé pasar tratando de poner mi mejor sonrisa, pero sólo me salió una mueca torcida con la cual me encaminé por el sendero que guía a la puerta de entrada, y justo antes de llegar Seis me detuvo de nuevo.

   –Lissie –me nombró haciendo que girase de golpe sobre mis talones.

   Era la segunda vez que me decía así y no sé por qué; pero cuando él lo dice no me molesta en absoluto. Si fuera alguien más probablemente le habría dedicado una mirada de mala gana y luego le habría ignorado.

   –No te preocupes demasiado –sonrió mostrando esos peculiares hoyuelos que sólo había visto un par de veces antes–. Yo voy a estar bien si tú lo estás.

   Fue entonces cuando la pieza encajó y supe a qué se había referido cuando dijo que era extraño. Tiene sentido. Casi nadie se preocupa por él; si no es que nadie en absoluto, y puede parecerle algo inusual.

   Por un momento sentí lástima. Mi corazón se encogió al verlo sonreír sólo porque yo me preocupaba por él. Ésta vez le sonreí de vuelta y traté de olvidar lo que había sucedido hace un rato. Me gustaba poder ver a Seis como una persona normal, y allí cruzado de brazos recargado en su auto con esa única sonrisa brillante, eso parecía. Tan sólo una persona normal.

Damned ∙ libro unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora