01

2K 433 55
                                        

Una dulce melodía que no lograba reconocer lo despertó, su cabeza dolía y sus músculos estaban adormecidos, tenía frio y estaba sediento. Abrió los ojos con dificultad y todo lo vio borroso y oscuro, no lograba recordar mucho del día anterior, ni siquiera lo recordaba en sí, debería estar en su casa como todos los días, en ese pequeño y lúgubre departamento, el techo era más oscuro y agrietado, se removió con cuidado y logro escuchar de nuevo aquella dulce voz entonando una canción que jamás había escuchado. Se incorporó y recorrió el lugar con la vista buscando al dueño de la tonada. Su respiración se alteró, su corazón comenzó a latir y su garganta se rehusó a abrirse. Se levantó casi de un saltó tambaleándose por el sutil mareo que llegó a él.

Sin ventanas, sin luz, con paredes color verde oscuro y poco más. Giró encontrándose con la pequeña cama en la que había descansado, divisó otra y preparó su garganta para gritar, estaba alterado, tanto que se sentía asfixiar por lo que llevó ambas manos a su cuello. Se dio cuenta del collar al instante, buscó como quitarlo o desamarrarlo, estaba entrando en pánico e incluso se golpeó a si mismo para asegurarse de que no era un sueño, todo dio vueltas sin que él lograra enfocar algo en esa pequeña habitación, gritaría si pudiera, pero su garganta no se ponía de acuerdo con su mente.

—¿Tienes sed?— Le preguntaron y él saltó del susto, buscó al dueño de aquella tranquila voz y dio con un joven, rubio y más alto que él, en ese punto estaba tan confundido que pensó que seria una ilusión. Aquella persona solo soltó una agradable risa. —Si tu garganta esta seca no puedes gritar, es lo que quieres ¿verdad? Pero es mejor que te tranquilices un poco antes de hacerlo.

Sus labios temblaron cuando su boca consiguió abrirse, tomó aire y cuando se dispuso a acercarse en busca de explicaciones algo lo detuvo; estaba amarrado como un perro.

—¿Qué...Que carajos?— formuló jalando la correa. —¡¿me tienes aquí como un maldito perro?!

—Yo no he hecho nada, ni siquiera puedo salir, mira— El chico rubio señalo su cuello haciendo visible la correa con una placa dorada —Estamos en las mismas condiciones, solo que yo ya llevo tiempo.

—¿fui secuestrado?— preguntó con una falsa tranquilidad, algo que esperaba detonarse en un desastre. —¿¡Van a pedir un rescate por mi!?

—Nop— canturreó el rubio desde lejos. —No van a pedir rescate, no van a matarte ni violarte, ni siquiera te va a golpear, solo nos mantendrá aquí y...

—¿es una broma? Es una broma ¿verdad? De alguno de esos programas, donde hacen bromas estúpidas y... y...— La falsa tranquilidad se destruyó, pero no hubo una explosión de ira como se esperaba de él, solo se dejo caer sobre sus rodillas y uso el suelo como apoyo, él, tan fuerte y directo, con un carácter imponente solo lloró, sintiéndose débil y humillado, lloró como nunca lo había hecho. —Por favor...

Sintió como una mano se posaba en su hombro tratando de darle consuelo, la rechazó y continuó con su desgracia, no quiso escuchar ni ver lo que ocurría, incluso ver a aquel rubio caminar le traía un coraje enorme. Elevó el rostro con los ojos hinchados por el llanto, miró al chico aun sin entender la simpleza con la que se tomaba el asunto, tomó en sus manos la correa y trató de romperla.

—No hagas eso.— Le aconsejaron. —Solo te lastimaras... si te portas bien le pediré que te llame "Woozi" ¿te gusta Woozi? Es como...

—¡No me interesa quien carajos sea Woozi, no soy tu puta mascota!

Su grito desgarró su garganta pero poco le importó mientras concentraba toda su atención en como ese chico rubio se giraba y miraba al techo.

—Sep, nos llevaremos bien una vez se calme, tu no te preocupes.


Dog collar [Seventeen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora