Dog collar. [Seventeen]

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Estar listo o no era importante, al menos cuando sabia que todo mejoraría cuando lo estuviera, cundo pudiera ver al secuestrador y tomarlo como Woozi lo tomaba. Despertar cada mañana ya no era un reto, ya no debía caminar por la fria habitación de su solitaria casa, ya no debía preparar el café como siempre ni escuchar las noticias para no sentirse tan solo, ya no debía intentar buscar números telefónicos para distraerse ni ir a trabajar donde se sentía más solitario porque él mismo se abandonaba. Ya no necesitaba extrañar ni caminar solo de regreso a casa, sentirse triste porque nadie estaba a su lado.

No necesitaba nada de la vida de quien fue, no se necesitaba él mismo, Hoshi podría ser feliz. Esa mañana se despertó y acarició el cabello de Woozi, le sonrió y arropó porque notó el frio, se levantó de la cama sin necesidad de la música y se duchó con la tranquilidad de no tener que correr a un trabajo, se vistió con prendas cómodas y suaves y se miró en el reflejo del agua, no era necesario arreglarse; se veía exageradamente bien.

No más ojos cansados ni piel pálida por trabajar toda la noche, no más estrés ni hipocresía, no más de su vida anterior. No estaba solo, tenía a Woozi y lo tenía a él. Escapar no era necesario cuando ese lugar era mucho mejor a lo que una vez llamó hogar, solo unos cuantos arreglos y seria completamente feliz. Tomó un libro y lo abrió leyendo la primera página y sintiéndose gustoso de no tener prisa, disfrutó la lectura y la comodidad del pequeño sillón acurrucándose para deshacerse del frio. Era feliz, y estaba listo para aceptar esa felicidad.

—Hey.— Le saludo cuando la puerta se abrió ¿tanto se había notado su felicidad? —Woozi esta dormido, hay que hacer poco ruido.

La persona entró casi con miedo y él solo pudo reír del nerviosismo del contrario, debería de ser alrevez, pero Hoshi ya no tenía tanto miedo, solo curiosidad de saber como era. Se mantuvo quieto para no ahuyentarlo, la correa estaba a pocos metro y para darle confianza se la colocó, como si fuera una bandera blanca lo aceptó con una dulce sonrisa y dejó que aquella persona se quedara escondida, ahora quería verlo.

—Hoshi...— Le llamó con la voz casi temblado, como si fuera un niño llamando a su mascota con miedo de que algo le hubiera ocurrido, y quizás eso era lo que ocurría.

Él se asomó y recuerdos llegaron pero decidió ignorarlos, no le importaban, no hacia falta porque estaba agradecido despues de tanto. Y cuando lo vio de pie, frente a él le pareció más un niño que un adulto, un niño temeroso que debía cuidar. Sin dudas era un hombre, pero con la esencia de un pequeño, y una sonrisa apareció de pura alegría. Podían ser amigos, estar en paz.

Por fin estaba siendo libre, y no estaría solo de nuevo. 

Ya se nos fue el Hoshi.