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"Entonces quédate"

La frase dio vueltas en su cabeza, no hubo respuesta alguna que encajara porque no era una pregunta, era una súplica, una que quemaba su interior y consumía sus pensamientos, incluso cuando la mesa fue dejada y las luces apagadas aquellas palabras siguieron golpeando duro. Aun recostado en la pequeña cama de Woozi siguieron rebotando en su conciencia, aun cuando lo abrazó por la espalda, su mente no estaba en blanco sino que estaba abarrotada de esa simple frase, se veía repetida una y otra vez y él no sabía cómo defenderse, su voz se había ido junto con su cerebro.

—Estamos solos— Habló Woozi en medio de la oscuridad, fue apenas un susurró que Hoshi escuchó tan claro como un grito. —Es por eso que estamos aquí, no tenemos a nadie que se preocupe por nosotros.— Su voz era ronca. —Éramos invisibles, trabajábamos pero no teníamos a nadie, vivíamos por vivir, sin metas, sin amigos, sin familia... Pero aun así éramos libres ¿no? Podíamos hacer lo que quisiéramos estando afuera, caminar por las noches... aunque fuera peligroso, salir a comer aunque estuviéramos solos, comprar, gastar el poco dinero que conseguíamos y preocuparnos de cómo conseguir más, pero éramos libres y ser libres es ser feliz... Ambos sabemos que eso no es verdad, la libertad jamás nos hizo felices, solo nos hizo sentir más solos.

Cubrir sus oídos no cambiaria las cosas, Woozi solo decia cosas que él ya había pensado, solo aclaraba la verdad para ambos, repetía lo que era correcto. Imposible corregirlo, y aunque Hoshi diría que estaba cayendo en realidad sentía que más que caer estaba perdido, sin dirección y con la posibilidad de caminar a cualquier lugar. Caía estando en el exterior, en su vida cotidiana, pero en esa pequeña habitación, con Woozi estaba perdido y ya no sabía decir que cosa era peor. Aspiró el aroma de Woozi, débil como él pero dulce, con esa pequeña luz cautivadora que lo arrastraba hacia la dudosa verdad. Pensar no tenía caso, lo había hecho durante tres semanas y de nada había servido, quizás era momento de rendirse, de escoger y terminar con todo, pasarle ese pequeño brillo que se negaba a morir a Woozi.

—Ahora no me siento tan solo— murmuró reafirmando el abrazo con el que aprisionaba al rubio.

—Hoshi, nunca estamos solos aquí, ni siquiera yo, tampoco The8. — suspiró. —The8 consiguió irse, pero ahora no tiene a nadie haya afuera, y cuando se dé cuenta querrá volver, o eso es lo que me dijeron hace tiempo.

—The8... ¿Qué hay de 1004?

—Él... realmente nunca se quiso ir, era feliz aquí, quizás podamos ser como él.

—¿Felices?

Woozi asintió.

La cordura de Hoshi estaba severamente lastimada porque no se negó a la posibilidad, pensó en ello y lo medito con tiempo sin olvidar los detalles. Giró a Woozi y se elevó con ambos brazos para encararlo, y aunque la oscuridad era densa lograron distinguir las facciones del otro. Suspiró.

—Intentémoslo.


Dog collar [Seventeen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora