Introducción

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Contemplé su imagen en completo silencio, percibiendo como la respiración se me había cortado por la impresión de verla. El dolor en el pecho se agudizó cuando el aire volvió a llegar a mis pulmones y mi conciencia se encargaba de hacer de las suyas. El impacto que me causo haber abierto esa revista seguía manifestándose en mi cuerpo, mis latidos se mantenían acelerados mientras detallaba con paciencia infinita la foto.

Harper's Bazaars —dijo Benja sonando impresionado—. Te lo dije, Glenda iba a lograrlo.

Separé los labios dispuesto a hablar, sin embargo, no logré hacerlo. Los ojos de Camila que parecían estar viéndome directamente, me lo impidieron. Su mirada soberbia me mantenía abstraído en la revista a la que le había arrugado los costados inconscientemente.

—No fue Glenda la que lo logró, fue Camila —saboreé su nombre como si no me hubiera dolido pronunciarlo—. Glenda solo fue el contacto entre Mariano y la revista, Camila los debe de haber convencido con facilidad, mírala —agregué señalando la revista.

Respiré hondo volviéndole a clavar la vista a la foto. No podía dejar de verla. Camila posaba de espalda ofreciendo una mirada fuerte por encima del hombro, de esas que a ella le salían perfectamente bien. Sus labios estaban entreabiertos y su espalda descubierta. El lente había captado la magnitud de su belleza.

—Tienes razón, seguro causó una muy buena impresión. Camila fotografía muy bien.

Asentí pensativo, esforzándome por dejar ir ese peso en el pecho que se acrecentaba con el paso de los días. Me sentía atrapado en una serie de emociones negativas de las que no podía deshacerme. El arrepentimiento, la culpa, los reproches y la soledad no dejaban de atormentarme.

De la nada comencé a sentirme asfixiado, concientizar lo que vivía era nocivo. Me resultaba complicado adecuarme a las nuevas circunstancias. Camila no estaba conmigo, procesarlo dolía por ello evitaba a toda costa hablar de ella.

—¿Crees qué esto sirva de algo? ¿Lo de esta revista puede ayudarla?

La serenidad con la que hablé ocultó a la perfección la tormenta que padecía. En medio de la confusión que imperaba en mi vida, luchaba por hacer lo que creía era lo justo y correcto, ignorando con mucho esfuerzo mi deseo de echarle todo a perder para que volviera a México lo más pronto posible y buscar la forma de tenerla conmigo.

—Le di absolutamente todos mis contactos a Mariano, estoy seguro de que va a hacer uso de ellos. Es un tipo listo, lo único que necesitaba era contactos de verdad.

—Lo único que detesto de todo esto es ayudarlo a él. Estoy seguro de que le hace creer a Camila que él está haciendo de todo por ella.

Respiré hondo echando la cabeza hacia atrás. No solía dejar que el rencor permaneciera mucho tiempo conmigo, pero dejar ir el que sentía por Mariano era imposible. Quería golpearlo, hacerle daño y mantenerlo lejos de Camila.

—Pablo —Benjamín suspiró después de decir mi nombre, parecía estar sopesando lo que iba a decirme—, creo que lo más sano es que ya dejes esto atrás. No hay más que hacer, le ahorramos todo el trabajo a Mariano.

—No quiero que Camila pase ningún tipo de dificultad. No puedo dejar nada atrás hasta tener la certeza de que está bien.

—Lo está —afirmó mi mejor amigo. Estaba intentando convencerme de ello, reconocía la convicción con la que me hablaba—. Le conseguimos trabajo, estás pagando la renta del departamento de lujo en el que vive, no le falta nada.

—Siento que nunca voy a poder arreglar lo que jodí. Cada vez que recuerdo como lloraba, me siento peor. Conozco a Camila mejor que nadie, sé que no está bien.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora