Capítulo catorce

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Recostado sobre la cama contemplaba algunas novedades a mi alrededor

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Recostado sobre la cama contemplaba algunas novedades a mi alrededor. Camila había cambiado de lugar algunos muebles, además de añadir detalles extras a la decoración. Estaba desesperado por entretenerme, buscando algo en que centrar mi atención.

Me pasé las manos por la cara en un gesto reflejo a mi exasperación. Quería dejar ir esa opresión en mi pecho que me mantenía inquieto y desaparecer la serie de pensamientos que reconocía como dañinos. Encerrarme en mi habitación fue la opción que consideré más inteligente, de haber estado un minuto más cerca de Mariano, no habría podido controlarme.

Respiré hondo en respuesta al sonido que hizo la puerta al ser abierta. No me sentía del todo listo para hablar con Cami, sin embargo, me senté sobre el colchón actuando como si no me sintiera intranquilo.

—¿Hiciste la llamada?

Me había alejado de ambos con la excusa de hacer una llamada importante, no quería darle el gusto a Mariano de mostrarle que tanto me jodió el veneno que escupió.

—Sí, estaba a punto de bajar.

—Mariano, ya se fue... ¿Quieres qué pida algo para que cenemos o prefieres salir? —Palmeé el colchón indicándole en silencio que se acercara. Caminó manteniendo los brazos cruzados hasta sentarse a mi lado—. ¿Estás enojado? Sé que no tenías que hacer ninguna llamada. Te fuiste por lo que Mariano dijo.

—No, no lo estoy. Bueno, sí, un poco —admití de inmediato—, pero no tienes porque preocuparte, no pasa nada.

—Puedes darme tu opinión, no me molestaré por ello. ¿No quieres que lo haga, cierto?

Bajé la mirada por un par de segundos y luego le ofrecí mi mano que tomó sin ningún tipo de dudas. Era consciente de la magnitud de lo que estaba ocurriendo, aquel era mi punto débil, el causante de todos mis problemas con ella.

—No me gusta para nada la idea, de hecho me pongo tenso solo de pensarlo, pero si quieres hacerlo, hazlo. Apoyo tu decisión. No vamos a tener una discusión por esto, lo prometo.

—¿Pero qué es lo que te molesta? —Su cuestionamiento estaba lleno de frustración—. No estaré desnuda por completo... En caso de aceptar —agregó al ver la expresión de mi rostro.

—La idea de verte expuesta de esa forma.

—Pablo tienes que trabajar en eso.

—Lo sé —admití. Lo entendía perfectamente y reconocía mis avances. En el pasado no habría sido capaz de hablarlo, habría hecho lo imposible para evitar que lo hiciera.

—Quisiera que no te sintieras tenso.

—Yo también, pero no te preocupes por eso. Quiero que te sientas bien conmigo y aquí. Sé que ya lo sabes, pero recuerda que puedes hacer lo que quieras en este lugar. Lo que se te antoje. Te prometo que en cuanto tenga tiempo comenzaré a trabajar en lo del baño, querías que fuese similar al de la casa de Los Cabos... ¿Qué? —le cuestioné al no entender la expresión que mantenía en el rostro.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora