Capítulo treinta y seis (parte I)

29.8K 2.7K 1.6K
                                    

No me siento orgullosa de esto, pero de nuevo debo dividir capítulos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No me siento orgullosa de esto, pero de nuevo debo dividir capítulos.  No hagan lo de la última vez, voten y comenten las dos partes. Les juro que es lo mejor de compartir mi historia con ustedes, leer sus impresiones. 

¿Listas para el penúltimo capítulo? Aquí vamos, la segunda parte será publicada en unas horas. 

Pasar las manos por la piel de Camila evocó recuerdos que necesitaba dejar ir. Después de la noche que pasamos juntos era la primera vez que propiciaba ese tipo de acercamiento. Le había tomado un largo mes saltar las barreras que construyó a su alrededor la mañana que amaneció desnuda en mi cama y acurrucada en mi pecho. Por ello, estaba siendo cauteloso mientras la ayudaba a ponerse crema corporal sobre el vientre, concentrado en cubrir todo el espacio a como me lo había pedido.

Tras pasar la noche conmigo, Cami se esforzó por mantenerme alejado con sutileza. Después de desayunar juntos y darme un beso que se percibió como una despedida anticipada, me pidió tiempo para ordenar sus ideas sin brindarme una explicación. Tiempo al que accedí al identificar la confusión en su mirada.

—Estoy enorme.

No supe que comentar ante aquella queja que salió de sus labios tras un resoplido. Los cambios en su cuerpo era un tema sensible, algo que la preocupaba de verdad. No podía hacer un chiste o decir lo primero que se me pasaba por la cabeza.

—Yo creo que estás muy bonita, tía Cami.

Sonreí sin que ninguna de las dos se percatara mientras seguía cubriéndola con crema. Luciana que se encontraba recostada en la cama, era la única capaz de robarle una sonrisa a Camila en medio de sus lamentaciones.

—Gracias, mi consentida... ¿Dónde vas? —preguntó preocupada solo unos segundos después.

—A mi cuarto, iré por mi tablet.

Era evidente que Camila no quería quedarse a solas conmigo, y no podía juzgarla por ello. Se encontraba medio vestida, sus enormes pechos cubiertos por un sostén negro los tenía frente a mi cara. La presencia de Luciana había evitado que el ambiente se caldeara, sin ella cerca no clavar la mirada en su escote era complicado.

—Listo, ¿falta algo más?

—El aceite. —Bajó un poco la mirada para responderme y entonces pude notar su nerviosismo.

Me sentí ligeramente mal por el rubor en sus mejillas. El pudor entre nosotros no existía, teníamos un nivel de intimidad muy profundo. No quería pensar que ese tipo de confianza se había acabado. Me era inadmisible que me viera como un extraño después de tantas cosas que vivimos juntos. Conocía cada centímetro de su cuerpo, eso no lo podía borrar ni el tiempo que llevábamos separados.

—¿Haces esto todos los días? —cuestioné con naturalidad para romper el silencio.

—Tres veces por día, hidratarme la piel de esta forma me ha mantenido libre de estrías. Admito que es agotador, gracias por ayudarme.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora