Capítulo veintinueve

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Gracias de ante mano por sus votos y comentarios, espero disfruten del capítulo

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El ruido de mis pasos presurosos era lo único que se escuchaba en los pasillos. La calma que reinaba en todo el lugar contrastaba con la agitación dentro de mi pecho. Caminé sintiéndome aún perdido, pese a que una enfermera soñolienta me había indicado el cuarto que buscaba. Giré a la derecha recordando la referencia que me ofreció mientras bostezaba, y encontré la puerta con el número veintiuno de la que habló.

Abrí sin ningún tipo de advertencia, percibiendo la preocupación recorriéndome las venas. La habitación estaba casi a oscuras. La única iluminación provenía de una pared con luces incrustadas. Le eché un rápido vistazo al sitio mientras me adentraba. Camila yacía dormida sobre la cama, a su lado en un sillón se encontraba el fotógrafo de mierda envuelto en una manta.

Me quité la chaqueta y la tiré a su dirección sin lograr despertarlo, mientras me acercaba a la cama, centrándome en lo que más me importaba en ese instante. El rostro de Cami tenía una expresión de relajación envidiable, suspiró en un sueño profundo que, por alguna extraña razón me hizo sentir más inquieto. Retiré la sábana que la cubría con cuidado, desesperado por comprobar que todo seguía igual. El alivio que me invadió al ver su estómago el mismo estado en el que lo dejé aflojó todos los músculos tensos de mi cuerpo.

Solté un largo suspiro mientras apoyaba la frente en el barandal de la cama. En ese momento fui consciente de mi corazón latiendo desbocado, la garganta seca y el agudo dolor de cabeza que me torturó durante todo el vuelo. Tomé su mano y la apoyé contra mi mejilla buscando un poco de descanso mental, que no despertara volvió a tensionarme. Estaba a punto de removerla, necesitaba observar sus ojos abiertos para tener calma. Alargué el brazo, pero me detuve ante el repentino golpe de claridad proveniente de la puerta.

—¿Pablo?

Miré por encima del hombro a mi hermana que entró con pasos silenciosos. Estaba vestida completamente de celeste, en su cabeza llevaba un gorro quirúrgico que se quitó mientras caminaba. Me sujetó por la camisa instándome a salir. La seguí, notando como el bulto a mi izquierda se movía, el fotógrafo se había despertado al fin.

—¿Por qué no me llamaste? —Le reclamé a penas estuvimos afuera. Mi tono de voz salió más alto de lo que esperé, aunque me di cuenta, no me arrepentí.

—Pablo, no me grites —pidió con serenidad—. Dame un momento —respiró hondo, llevándose una mano al pecho—. Estoy saliendo de una cirugía complicada en la que casi pierdo a mi paciente. Aún no me reponía cuando me avisaron que estabas aquí. Me duele la cabeza.

—Te toma menos de un minuto hacer una llamada.

—Pablo...

—No, Nicole. La falta de comunicación rompió mi relación con Camila. Pensé que todos habíamos aprendido la lección.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora