Capítulo Veinticinco (Parte I)

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Holis, mis intensas

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Holis, mis intensas. El capítulo estará dividido en dos partes, esperen la segunda parte en unas horas, lo más probable es que sean 24 ja, ja, ja.

Camila 

—Cami, tienes que salir de la cama. No puedes continuar durmiendo.

La voz de mi mamá sonó lejana, mi cerebro aún adormilado no terminaba de ubicarse en tiempo y espacio. Giré sobre el colchón sin soltar la sábana que me arropaba. Quería extender la sensación de falsa paz que me envolvía cuando despertaba. Esos breves segundos en el que mi mente confusa olvidaba que no estaba en mi cama, con Pablo al lado, eran la parte favorita de mis días.

—Mamá, te escuché —me quejé molesta.

—Por favor, levántate.

Odié que el tono suplicante que usó pusiera un peso más en mi pecho. No entendía su insistencia por verme en pie. Dormir era lo único que me ayudaba, mientras lo hacía no había nada que me atormentara, no pensaba en lo que ocurrió, ni en lo mucho que me dolía recordar a Pablo jurando no querer volver a verme.

Me senté sobre la cama lamentándome en silencio por la sensación de vacío que no me abandonaba. Evité darle la cara a mi mamá y, caminé hacia el baño. Verme en el espejo me arrugó un poco más el corazón. Las lágrimas no estaban saliendo, sin embargo, mi semblante era tan triste como todo lo que guardaba en mi interior.

—Cami, recibiste una llamada de la agencia —gritó mi madre detrás de la puerta—. Benjamín quiere verte, dijo que era urgente.

En ese momento el mundo podría estar cayéndose a mi alrededor y no le tomaría importancia, por ello, no me inmuté ante la información que acababa de recibir. No tenía energías para lidiar con problemas de la agencia, estaba sumida en mi propia miseria.

El ruido del agua cayendo silenció la voz de mi mamá, sin embargo, mis cuestionamientos no me dejaban tranquila. Me preguntaba si la estaba pasando tan mal a como yo lo hacía. Si me extrañaba, si se arrepentía de todo lo que salió de su boca la última vez que nos vimos, deseaba con todas mis fuerzas que lo hiciera, porque vivir sabiendo que no toleraba mi presencia me dolía.

Al salir del baño encontré mi habitación vacía. Miré con recelo la maleta al pie de la cama, mi recordatorio constante de que no estaba en casa. Había pasado una semana exacta del día que salí con ella y de la mano de Nicole del departamento de Pablo. Pese al transcurso de los días me había negado a desarmarla, estúpidamente creía que las cosas podrían solucionarse, que no sería necesario alargar mi estadía en casa de mis papás. A pesar de que Pablo me hubiera dicho la última vez que nos vimos la cara, que el departamento era solo mío, él se iba, porque no me quería tener cerca jamás.

Tras vestirme y arreglarme volví a caer en la tentación de ver mi teléfono. No me había escrito, tampoco leído ninguno de mis mensajes. Parecía decidido a olvidarme.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora