Epílogo

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Esta es mi última nota de autora, tal vez me extienda un poquito, perdón

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Esta es mi última nota de autora, tal vez me extienda un poquito, perdón. Me gana la emoción. Escribí el final de Malas decisiones escuchando la canción de la multimedia en bucle y muriendo de risa porque ustedes creían que iba a haber final triste. 

Inicialmente, el epílogo se iba a tratar de otra cosas, lo escribí de nuevo y de verdad siento que todo pasa por algo. Espero lo disfruten, está largo, para no perder la costumbre. Las te quiero mucho, de verdad, espero que pronto podamos tener algo más con la bilogía. 

Al final del epílogo les voy a dejar una foto de Isa. (Les amo, no puedo con la emoción)

La sensación de mi brazo entumecido hizo que me removiera. Parpadeé varias veces adecuándome a la tenue luz en la habitación, ubicándome en medio de mi confusión. Soplé apartándome de la boca varios mechones rojizos que comenzaban a hacerme cosquillas, y sonreí, observando a la dueña de ellos.

Se encontraba profundamente dormida sobre mi pecho. Su pequeña mano derecha enganchada del cuello de mi camiseta, aferrándose como si quisiera evitar que me moviera. Suspiré, detallando todo lo que me rodeaba. Las paredes rosas, el dosel del mismo tono y los peluches rodeando una pequeña mesa de té, en el rincón de la habitación. Me tomó varios minutos recordar como llegué a esa cama, en la que me quedé dormido sin darme cuenta.

Con sumo cuidado moví a Isabella para poder ponerme de pie. Su pequeño cuerpo giró sobre el colchón, otorgándome libertad para poder moverme. Me generaba cierto temor que despertara, por ello, tomé una de las almohadas colocadas sobre el cabecero en forma de corona de su cama, y la puse en el espacio que dejé vacío. La cubrí con su manta favorita, besé su frente y salí con precaución, evitando hacer cualquier ruido que interrumpiera su sueño.

Tras cerrar la puerta no vi hacia atrás, evitando caer en la tentación de quedarme con ella. Recordar la manera en la que me pidió entre lágrimas que no la dejara sola, estuvo a punto de hacerme volver. Para nadie era un secreto que Isabella era mi mayor debilidad, y yo la de ella. Aprendió a decir papá antes de su primer cumpleaños, y desde entonces se convirtió en la palabra que más repetía al día. Le bastaba con sonreírme para convencerme de cualquier cosa, ni su madre era capaz de manejarme con la facilidad con la que ella lo hacía.

Caminé por el pasillo a oscuras, disfrutando del silencio que reinaba. No estaba acostumbrado a aquella paz que se respiraba. La casa en pocas ocasiones se encontraba tan tranquila. Era común escuchar voces femeninas sonando a la vez, riendo, quejándose o gritando. Me había adaptado a estar rodeado de mujeres temperamentales. Aunque de vez en cuando lograran sacarme del quicio con sus constantes berrinches, me sentía afortunado por tener el amor de cada una de ellas.

Empujé suavemente la puerta entre abierta de mi habitación, percibiendo la atmósfera sensual que el paso de las horas no había logrado disipar. La ropa de Cami se encontraba acumulada al pie de la cama, su cuerpo yacía desnudo abrazado a una almohada bajo las sábanas. Tropecé con uno de sus zapatos, los mismos que se quitó apresurada mientras me besaba. Lo tomé entre mis manos para apartarlo del camino y encendí la pequeña lámpara en el buró.

Malas DecisionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora